Una reciente encuesta confirmaba la mediocre sensibilidad social ante la violencia machista, pues uno de cada cuatro jóvenes la considera normal. Se trata de un machismo sutil, incrustado en lo profundo de la cosmovisión colectiva pero cuyas manifestaciones son evidentes. Y no me refiero al piropo galante ni a la pretendida inferioridad del género gramatical femenino, de nula incidencia en la vigencia del machismo. Ninguna distinción verbal de género mitigará la vergüenza de que la defensa de unos acusados por violación encargara a un detective privado investigar a la presunta víctima por ver si sufría lo suficiente tras la presunta agresión. Y ninguna duplicación bienintencionada aumentará la visibilidad de la mujer mientras se publica en los medios el porqué la presuntamente vejada mantuvo los ojos cerrados durante los más de diez minutos que presuntamente duró el presunto y quíntuple ataque.

El otro día en una discoteca cacereña, dos chicas protagonizaron un striptease que llegó a desnudo integral, así como diversas prácticas sexuales con el público. Y las fotos aparecieron en las redes sociales aunque después han sido borradas. No estuve allí y desconozco si para ese tipo de espectáculos se requiere una licencia especial, aunque sé que en la práctica muchos menores suelen entrar en esos recintos. Mas no solo por eso rechazo lo ocurrido. También por la prepotente defensa de la discoteca al argumentar que un joven también se quitó la camiseta y que ningún grupo «extremista» les impedirá que traten de que «las noches sean distintas en una ciudad que se muere de aburrimiento».

Un espectáculo de striptease no es ninguna novedad. La utilización de unas jóvenes como reclamo tampoco. Y el hecho de que hubiera prácticas sexuales con el público es una vergüenza. Y por si pudiera contribuir a luchar contra ese machismo oculto, inconfeso y socialmente aceptado, añado que reflexionar y obrar en consecuencia nos obliga a todos en un tema tan grave y trascendente como es la desigualdad entre hombres y mujeres. También a los dueños de las discotecas.