TEtl pasado día 8 de marzo --Día de la Mujer Trabajadora--, felicité a una amiga trabajadora y le transmití mi queja informal, cargada en cierto modo de una ironía jovial, sobre la falta en el calendario del día del hombre trabajador. Ella, muy ocurrente y acertada me dijo: "No te quejes, que a los hombres, aunque no lo notéis, las mujeres os felicitamos todos los días del año". Está claro que su frase había que interpretarla como una gran metáfora, y en ella la palabra felicitar equivalía a entregar, a ofrecer. Y es cierto, los hombres nos deberíamos sentir felicitados por la mujer todos los días del año, al menos los que pensamos que en esta sociedad aún somos unos privilegiados con respecto a ellas. Es evidente la desigualdad entre los dos sexos, pero no es precisamente en el ámbito laboral donde más aflora esa desigualdad, ni en el ámbito intelectual. Ni tampoco es el hombre el único que fomenta ese machismo que no debería existir.

Sigue ocurriendo, aunque cada vez menos, que muchas mujeres suelen adquirir instintivamente el rol de sacrificada ama de casa que trabaja fuera del hogar, como si fuera parte de una incuestionable obligación femenina. Muchas mujeres jóvenes trabajadoras cargan con todo el peso doméstico sin reparos, sin proponer seriamente a su pareja un reparto equitativo de trabajos caseros. A veces, incluso algunas de estas mujeres son, paradójicamente, muy reivindicativas de la igualdad en su ámbito laboral.

Lamentablemente, a la mujer se la discrimina hasta la anulación en países teocráticos y subdesarrollados, donde está totalmente sometida a las decisiones y exigencias del hombre.

Sin embargo, en países occidentales se comienza a hacer políticas con contenidos paritarios enfocados a que la mujer equipare su condición a la del hombre, y se educa en colegios e institutos a chicas y chicos en un contexto de igualdad. Pero claro, de nada sirven esas políticas y ese empeño didáctico si a los jóvenes en sus casas sus madres les ofrecen una imagen machista.

*Pintor