De vez en cuando aún oigo a alguno preguntar por qué se quejan tanto las mujeres, por qué debe haber un día específico para ellas y por qué salen a la calle a protestar el 8-M si la evolución que ha vivido nuestra sociedad en los últimos tiempos en pro de la igualdad ha sido enorme. Dicen con condescendencia y grandes dosis de machismo, aunque no se den cuenta, que las mujeres, así en general, pueden hacer hoy día lo que les venga en gana, que sus vidas nada tienen que ver con la que protagonizaron sus madres y abuelas, metidas muchas de ellas en casa bajo el yugo de un hombre, y que buena parte de las reivindicaciones que hacen son patrañas de determinados colectivos que viven del cuento. Incluso llegan a afirmar que, a este paso, va a haber que discriminar positivamente a los hombres para que éstos alcancen la igualdad en determinadas facetas sociales; como si la lucha en pro de los derechos de las mujeres hiciera ya tiempo que hubiera traspasado del 50% que les corresponde y entrado en un terreno que le pertenece en exclusiva al género masculino.

La respuesta es que se equivocan. Solo hay que echarle un vistazo a las cifras que hoy refleja nuestro ‘Tema del día’ para darse cuenta de que el agravio sigue existiendo; solo hay que mirar cualquier comparativa entre hombres y mujeres para comprobar las graves diferencias que todavía se dan en nuestra sociedad. Los números no engañan, la frialdad de los porcentajes de uno y otro sexo ponen de relieve que, a pesar de la evolución de nuestra sociedad, a pesar del camino recorrido, queda mucho por hacer.

La población femenina en Extremadura representa el 50,4% del total. Ellas son, en números absolutos, 539.210 habitantes según el último padrón del 2019. El grueso mayor, más de 340.000, vive en la provincia de Badajoz y otras 198.000 en la de Cáceres. Son protagonistas absolutas del mundo rural, pero ocupan un papel secundario o inexistente en sectores tan ligados a este espacio como son la agricultura o la ganadería. En las ciudades vienen a ser la mitad de los habitantes, pero así como empiezan a representar un porcentaje importante de determinadas profesiones, el techo de cristal les impide acceder a cargos de responsabilidad que por regla general siguen ocupando los hombres, lo que se traduce en salarios más bajos y contratos más precarios cuando llevan encima la carga que supone el hogar y la familia.

HAY QUE RECONOCER que nuestra sociedad sigue siendo machista. Algunos hombres lo son y lo dicen con descaro sin que nadie o muy pocos se lo recriminen, lo que da cuenta de lo poco que en verdad hemos evolucionado como sociedad igualitaria. Otros, en cambio, dicen haber dejado atrás esa mala práctica, han aceptado que el feminismo consiste en luchar por la igualdad en lugar de luchar por las mujeres, pero siguen manteniendo una actitud paternalista o de condescendencia hacia las mujeres, lo que se traduce en micromachismos y discriminación a las mujeres al situarlas en un papel menos relevante que el hombre. Porque todos podemos necesitar ayuda, pero hay hombres que la ofrecen sin que ninguna mujer se la pida por el mero hecho de sentirse un escalón superior a ellas.

Estoy seguro de que cuando pasen varias generaciones habremos alcanzado un punto mucho más alto de igualdad, porque esta realidad ha alcanzado ya una velocidad de crucero que es imposible parar. Pero también estoy convencido de que sin los hombres, sin ese otro 50% que representa nuestra sociedad, va a ser imposible llegar a la meta. Hay que buscar hombres feministas, sobre todo en las generaciones venideras donde, en muchos casos, reciben mensajes falsos e interesados que confunden la lógica social a la que debemos aspirar. Si los chicos no aceptan a las chicas como iguales raramente se va a conseguir ningún objetivo y habrá que decir que, en ocasiones, determinados modelos sociales reflejados en televisión o en determinados artistas no contribuyen a ello cuando colocan al varón en un lugar preponderante con respecto a la mujer.

La peor cara de la desigualdad es la violencia machista. Y hoy más que nunca habrá que destacar que 55 mujeres fueron asesinadas en nuestro país el año pasado por sus parejas o exparejas. Aquí en casa, en Extremadura, entre enero y septiembre de 2019, que son los últimos datos que se tienen, se registraron 1.895 denuncias por violencia de género y se dictaron 663 órdenes de protección. Es la constatación con datos, el reflejo cruel del enorme camino que aún nos queda por recorrer.