Han pasado aquellos años en los que yo le decía a mi madre: Me has besado tanto, tanto... que el torrente de tus besos cae sobre mi faz como enjambre y no me deja ni mirar. Yo te beso, pero tú me besas más y más. Por las "nanas" que tu amor entre besos me cantó, déjame decirte entre versos preñados de amor ¡gracias, madre! Cuántas veces me tuviste en tu regazo y hablándome de Dios guiaste mis palabras y mis pasos. Puedo ver la luz que en mí engendraste y la voz que, embriagándome de dulzura, me abrasaba, me educaba y entre muchas cosas me decía: que no es de cobarde llorar.

Quiero brindar alzando el corazón de las madres, las que viven y las que no están, como copa hecha pregón: que ellas fueron ternura y protección y hoy necesitan nuestro calor. Ellas fueron estrellas que supieron alumbrar cada casa y cada hogar. Una madre no es un buzón, sino una carta que con ternura trae buenas noticias a tu vida; no es un cofre cerrado, sino tesoro al descubierto. Una madre no es una autopista, pero ella puede guiarte por el mejor camino; no es un auto, pero puede llevarte al mejor de los lados, su corazón. Una madre no es un caramelo, pero puede endulzar tu vida; no es un frigorífico, pero puede aguantar para que no te pudras entre bacterias , esperando tu vuelta a las cinco de la mañana o a la hora que sea.

Una madre es paciencia, entrega, sacrificio, compañía, amor, bendición, protección, cuidado y miles de cosas más. Es un regalo del cielo, tan hermoso, que el mismo Dios asimismo se lo dio. ¡Virgen de la Montaña!, madre de todas las madres, bendice a las mamás en ésta, tu romería.