Aunque mi amigo Luis Manuel Duque me ha invitado muchas veces a visitar su pueblo, nunca he estado en las Navas del Madroño, salvo de paso para ir a Alcántara o Portugal. Hoy tienen lugar allí las II Jornadas de la Educación «Mujeres, Maestras y Educación», organizadas por el Centro de Profesores y Recursos de Brozas, y en las que, durante todo el día, intervendrán historiadores y especialistas en educación.

Las Jornadas conmemoran la llegada de las Misiones Pedagógicas a Navas del Madroño, donde existe el «Centro de Interpretación Escuelas Viajeras» dedicado a aquella visita de una de las iniciativas emblemáticas del esfuerzo educativo de la Segunda República. Las cifras son elocuentes: en los primeros meses de la República se crearon en España 7.000 nuevas plazas y ascendieron unos 14.000 maestros y durante los cinco años de gobierno republicano, se crearon unas 2.000 escuelas por año y unas 15.000 nuevas plazas de maestro. Se suprimieron las oposiciones, sustituidas por un periodo de prácticas como alumnos-maestros, se creó una inspección independiente, y se renovó la metodología pedagógica, colocándose España a la vanguardia en este ámbito.

El sentido de las Misiones Pedagógicas, de las que quizá lo único negativo fuera el tono paternalista de su nombre, era poner al alcance de los habitantes de los pueblos y aldeas de España la cultura entonces solo accesible en las ciudades. Se proyectaban películas y se representaban obras de teatro. Se mostraban copias de las obras del Museo del Prado y, sobre todo, se regalaban lotes de libros para crear bibliotecas. Las Misiones llegaron a Navas del Madroño el 27 de marzo de 1932 y estuvieron hasta el 1 de abril, recorriendo también Garrovillas, Salorino, Herreruela y Piedras Albas. Legaron a las Navas una colección de cien libros, una gramola y diecisiete discos. Entre los «misioneros» estaba María Zambrano, la filósofa española más importante de la segunda mitad del siglo XX y que redactaría un informe sobre su visita.

A la derecha no le gustaba esta iniciativa, y los diputados carlistas combatieron a las Misiones porque afirmaban que, en «un entendimiento rústico» como el de los campesinos a los que se llevaban esas bibliotecas, «en vez de llegar a formar ideas en sus cerebros, lo que hará será fomentar en gran parte su confusión». No es de extrañar: mi abuelo oyó a un terrateniente protestar porque se enseñara a leer a los jornaleros de sus tierras pues, decía, «yo no quiero hombres que piensen, sino bestias que trabajen». El ABC y otra prensa de derechas difundirían la idea de que la escuela estaba plagada de comunistas, y durante la guerra los maestros pagarían un cruel tributo de sangre. En la provincia de Cáceres se fusiló a varias decenas de maestros, entre ellos Ángel Barrado Tejeda, maestro de escuela en Navas del Madroño, al que se acusó de «haber propagado entre la infancia malas ideas», por lo que fue fusilado el día de Navidad de 1937. Seguiría a ello la clausura de casi el 50 % de los centros de enseñanza secundaria, varios de ellos en Extremadura, como el de Don Benito. Se justificaba este cierre porque «la política docente de la República, fundada principalmente en la sustitución de las enseñanzas dadas por las Órdenes religiosas, creó un crecido número de centros de Enseñanza Media, innecesarios a todas luces». Sobran los comentarios.