Sinceramente, no se hacía difícil titular un artículo dedicado a ese insigne engendro que está siendo la constitución y puesta en marcha de lo que hemos dado en llamar nuestro --banco malo--. Así, a bote pronto, me vinieron unos cuantos a la cabeza. Desde un explicativo 'La estafa del banco malo' al más interrogativo y preocupante --¿Por qué siempre ganan los mismos?--. Reconozco que, incluso, se me atragantaba en el teclado alguno algo más contundente. Pero por el bien de esa moderación casi beatífica que venimos necesitando en medio de esta crisis, dejemos el titular como aparece encabezando estas líneas.

Mal banco malo. Pero es que no fueron los bancos españoles, en principio reacios, los que forzaron al Estado a crear el banco malo. El origen está en quién se vio en la obligación de acudir al rescate del sector financiero español al completo, para evitar riesgos sistémicos. Ahora, que eso tampoco aleja no ya la sensación sino la realidad de que la banca ha sido uno de los pocos 'lobbies´ que han sabido usar al Estado estos años. Si me apuran, hasta abusar, viendo por ejemplo su comportamiento en la comercialización de las preferentes.

Fue Europa, con el Banco Central Europeo al frente de los mandos, quien exigió a España la creación del banco malo en el famoso Memorando de Entendimiento firmado en el verano de 2012. Al socaire de liberar a la banca del peso del ladrillo en sus balances y permitir la recuperación del crédito (qué candidez, por cierto), se consideró que la herramienta adecuada era pasar esos activos ladrilleros tóxicos a un --contenedor--. Un banco malo. Pero la preocupación principal de nuestros rescatadores europeos era que fuera el Estado quien avalase tanto el rescate como la deuda que emitiese en el futuro el banco creado. Una vez más, repartiendo hábilmente las pérdidas. Y en cuanto a la regulación del banco en sí, que España haga como considere conveniente. Uf, abandonados a nuestra suerte, y nunca mejor dicho, ya verán.

Banco malo. Pues empezamos bien. Primero, porque no es un banco. No concede financiación de ningún tipo y siquiera tiene la definición de banco. Es realmente una sociedad de gestión de activos. De ahí su nombre, la SAREB (acrónimo de sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria). Tampoco es 'Malo'. En su definición, la idea inicial era traspasar únicamente los créditos inmobiliarios tóxicos de las entidades nacionalizadas a la SAREB. Pero al final nos hemos encontrado que la falta de vigilancia del Banco de España sobre las provisiones bancarias ('el mejor sistema financiero de Europa', presumía Zapatero tiempo ha) provoca que se traspasen activos de todo tipo. Inmobiliarios o no. El papel en todo esto del Banco de España da para mucho, pero como poco es otra mentira más.

XY AHORAx llegamos a la cuestión más controvertida: la puesta en marcha del banco malo. El Gobierno ha pretendido dar una imagen de transparencia en la puesta en funcionamiento de la SAREB, pero curiosamente ha conseguido el efecto contrario. Nadie, ni dentro de las entidades, conoce cómo va a funcionar exactamente el banco malo. Nadie, ni dentro de las entidades, sabe con seguridad que activos se van o no a traspasar.

Lo peor es la sensación de que los primeros pasos se asemejan demasiado al criterio desnortado de alguien que no sabe el terreno que pisa. Si la SAREB anunciaba a bombo y platillo el objetivo de dar un 15% de rentabilidad a sus accionistas (que son bancos españoles) en el plazo de 15 años, sólo tres meses después se anuncia la elaboración de un nuevo plan de negocio. Si nos damos cuenta que el traspaso de activos debería estar gravado fiscalmente, nos inventamos una ley ad hoc que de cobertura a toda una estafa fiscal. Si la idea era evitar que la banca tuviera preocupaciones con las viviendas adjudicadas y además hacer bajar ese resistente precio, ahora desvelamos que pagamos comisión a la propia banca por colocar esos pisos, y los sacamos a la venta ¡con un aumento del 30% en su precio¡ Claro, claro, que hay que cumplir el plan de negocio (¿el primero o el segundo? Me pierdo).

Con este desalentador inicio de operaciones del mal banco malo no nos queda ni el escaso de pensar que, como decía Pavese, el arte de vivir es el arte de aprender a creer en las mentiras.