Empieza a arraigar la impresión de que el PP está desorientado. Después de anunciar el viernes pasado la decisión de "dejar de atender todas las convocatorias de entrevistas, tertulias y programas" de Prisa, varias organizaciones regionales han anulado la publicidad de la precampaña electoral en la SER, la cadena radiofónica del grupo. Al margen de la valoración ética que merece una decisión así, ¿podrá el PP aguantar un boicot al primer diario español de información general y a la primera radio en pleno periodo preelectoral?

El origen del conflicto son unas declaraciones de Jesús de Polanco, presidente de Prisa, en las que expresaba la dificultad del grupo para mantener la neutralidad porque "es muy difícil estar de acuerdo con la acción política de algunos partidos", al tiempo que aludía a la última manifestación del PP, que definía como "el franquismo puro y duro puesto en imágenes de televisión".

En una nota oficial, el PP tildó de "intolerables" esas declaraciones, las consideró "una agresión injustificada contra millones de españoles" y comunicó que mientras Polanco "no rectifique pública e inequívocamente", el partido dejará de atender las peticiones de los medios de Prisa. Se trata de una reacción insólita que afecta a los lectores, oyentes y espectadores de esos medios, que ven así vulnerado su derecho constitucional a recibir una información veraz y completa. Cuando se boicotea un medio de comunicación, no se está castigando solo a sus propietarios; los más perjudicados son sus receptores. Es, por tanto, necesario superar cuanto antes el problema, para no profundizar más una indeseable fractura social y mejorar la salud democrática del país.