Las conversaciones internacionales para frenar el cambio climático se iniciaron en 1994. Y, en diciembre de 2007, en la cumbre de Bali, los países participantes acordaron una hoja de ruta climática que debía terminar en esta cumbre de Copenhague con un gran acuerdo en la reducción de emisiones.

Pero, ya lo ven. Después de las expectativas generadas en torno a esta cumbre, los resultados no pueden ser más decepcionantes. Después de 12 días de arduas negociaciones entre los representantes de los 193 países presentes en la conferencia, todo termina con un simple acuerdo de mínimos sin carácter vinculante, un acuerdo de contenidos inconcretos y responsabilidades imprecisas.

Una vez más, ha quedado patente la ceguera y la incompetencia de los líderes mundiales para resolver el gran reto que, ante sí, tiene la humanidad. La falta de concienciación social y política, así como una defensa a ultranza de los intereses particulares, dificultan el acuerdo y aplaza las decisiones y los compromisos.

Parece que no acabamos de comprender la necesidad imperiosa de preservar el planeta en el que vivimos. No acabamos de entender que, nuestra seguridad y bienestar, sólo se podrán mantener en el tiempo si conseguimos hacer compatible el desarrollo con una utilización respetuosa, sensata y equilibrada de los recursos de nuestro planeta.

Pedro Serrano Martínez **

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