La propuesta de declaración del Parlament sobre el derecho a decidir que han presentado CiU y ERC no constituye el mejor comienzo para construir la mayoría social y política que Artur Mas reclamó en la campaña electoral. Y es que el clamor social de la Diada se ha enredado ya, quizá de forma irremisible, en la madeja de intereses políticos que caracteriza la pugna partidista.

Aquello sirvió primero como coartada para un adelanto electoral cuyo desenlace en las urnas no respondió a las expectativas de la propia CiU. Después, como precario cimiento de un pacto de gobernabilidad entre CiU y ERC legítimo y democráticamente impecable, pero que siembra dudas sobre la estabilidad de un Govern que, con el horizonte de la incierta celebración de una consulta soberanista en el 2014, parece abocado, de nuevo, a un final abrupto. Y ahora se plasma en un borrador que, al menos en su primer redactado, más que alentar grandes acuerdos, los torpedea.