Profesor de Investigación del CSIC

La promoción de El pianista, del polaco Polanski, subraya el horror del gueto de Varsovia y el destino del judío Szpilman cuya vida narra el filme. Fue aquel barrio amurallado un infierno: en nueve meses, medio millón de asesinados. Sólo sobrevivieron 200. La mayoría acabó en las cámaras de gas de Treblinka y otros murieron de miseria o ajusticiados por ser resistentes. El espectador sale con un suspiro de alivio. ¡El pianista logra salvarse! Pero ese suspiro es una falsedad porque las historias de gueto acabaron mal. El poder del cine es enfocar un detalle y hacer con él una gran historia. Y ése es su peligro: tranquilizar al espectador con la única historia que acaba bien. El caso del pianista de Varsovia, que fue real, es un mal ejemplo aunque proporcione un buen guión.