THtabida cuenta que el terrorismo es un asunto de Estado, según se dice en el propio Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, es evidente que la quiebra de esta alianza PSOE-PP es una mala noticia para el Estado. Carece de sentido, a partir de ahí, hacer una estéril adjudicación de culpas porque en este caso el consuelo de uno se basa en el mal de ambos. En el mal de todos. De todos los ciudadanos de buena fe, que son los paganos del desencuentro que por cálculos políticos han protagonizado el Gobierno y el principal partido de la oposición, representantes de las dos fuerzas políticas centrales sobre las que se asienta el sistema.

En estas consideraciones radica, a mi juicio, la importancia de la votación que se produjo pocos minutos antes de las ocho de la tarde del martes 17 sobre la propuesta del debate sobre el Estado de la Nación registrada con el número 80. La propuesta de resolución viene a reclamar el apoyo del Congreso para iniciar procesos de diálogo entre "los poderes competentes del Estado" y "quienes decidan abandonar la violencia", "si se producen las condiciones adecuadas", bajo el inalterable principio de que "la violencia no tiene precio político" y que "la democracia española nunca aceptará el chantaje de la violencia". Los entrecomillados pertenecen al famoso punto 10 del Pacto de Ajuria Enea, firmado en su día por el Partido Popular. En esa circunstancia se basaba el Gobierno para suponer que Rajoy no podría oponerse a respaldar dicha resolución, pero se equivocó. Es evidente que en Moncloa hicieron un mal cálculo político si creían que el PP no tendría otro remedio que sumarse a esta operación de diálogo con ETA abierta por el Gobierno.

No fue así. La propuesta salió adelante con el apoyo de todos, excepto el PP. Malísima noticia es la que da cuenta de que una política asentada en la voluntad de más de veinte millones de votos va a ser sustituida por otra que apoyan cinco millones menos. Lo demás es secundario. Es estéril el ejercicio de culpar al Gobierno o al PP, a Zapatero o a Rajoy. Estamos ante dos apuestas políticas y necesitamos tiemñpo para saber cuál de las dos va a ganar. Lo desalentador es que ninguna de las dos partes haya hecho acopio de firmeza para impedir que una política de Estado funcione a golpe de apuesta política. Dos no discuten si uno no quiere. Y eso sirve para ambos.

La quiebra de la alianza PSOE-PP es una mala noticia para el Estado. Carece de sentido, a partir de ahí, hacer una estéril adjudicación de culpas porque en este caso el consuelo de uno se basa en el mal de ambos. En el mal de todos