TLta noticia sobre la delicada salud de la duquesa de Alba, no ha cogido por sorpresa a casi nadie, sí el último incidente que tuvo lugar después de que acudiera la pasada semana a la boda de su nieto Javier Martínez de Irujo con Inés Domecq , a la que asistió en silla de ruedas pero con un humor excelente.

Según fuentes slventes, el percance sufrido por Cayetana , horas después de que abandonara el festejo, es lo suficientemente grave como para pensar que todo lo acontecido en los últimos meses no es casual sino fruto de la isquemia cerebral e hidrocefalia que padece. Una enfermedad que produce reducción del flujo sanguíneo y que afecta al normal funcionamiento del cerebro. Vital, curiosa y muy amiga de sus amigos, la duquesa de Alba es desde su nacimiento, una mujer muy querida y popular en medios sociales y políticos. Una mujer que ha vivido por y para mantener intacto y a buen recaudo su enorme patrimonio.

Un trabajo para el que contó con la ayuda inestimable de sus dos maridos, Luis Martínez de Irujo y Jesús Aguirre , quien le ayudó a inventariar los libros, cuadros, esculturas, que tiene distribuidos por los diferentes palacios y fincas que posee. Algunas de las cuales ha cedido a sus hijos, ya que la mayor parte de su patrimonio lo heredará su primogénito Carlos Fitz-James Stuart , duque de Huéscar, quien desde hace tiempo mantiene una discreta relación con Alicia Koplowitz , una de las mujeres más ricas de nuestro país.

Es difícil imaginar a Cayetana, ausente en su Palacio de Dueñas, lejos de las plazas de toros, a donde acudía con asiduidad para ver a sus toreros favoritos, Curro Romero , por quien siente veneración y Francisco y Cayetano Rivera Ordoñez , a los que quiere como si fueran sus hijos, siempre dispuesta a contestar las preguntas de los reporteros por más indiscretas que fueran.

Prueba de ello son las entrevistas que concedió recientemente para confirmar que eran ciertos sus planes de boda con Alfonso Díez-Cañabate , veinticinco años menor que ella. Una relación a la que sus hijos pusieron punto final por disparatada, pero a la que se había aferrado como si fuera su salvavidas.