Me quedé perpleja ante la euforia de los medios de comunicación por la muerte de Bin Laden. ¿Realmente estamos celebrando un triunfo democrático o el triunfo de la venganza? ¿Somos testigos de una demostración de fuerza, de un crimen de Estado, de un acto igualmente terrorista? Infunde terror la licencia que, en nombre de la paz mundial, de la democracia o en nombre de América, se toman los gobernantes de EEUU. Con este malestar por no compartir la euforia, y con el malestar mayor por ser incluida y excluida de ese mundo que es América --o sea, chilena (como yo), sudamericana, sudaca, pero no americana de EEUU-- me dio por pensar en ciertas cosas. América es mucho más que Bush y Obama y sus guerras de poder en el mundo. Estos señores se han apropiado del nombre de América, pero no les interesa lo que hay más allá de las fronteras de EEUU. América son los 13.500 niños y adolescentes que trabajan en la minería artesanal en Bolivia, expuestos a peligrosos gases tóxicos y accidentes por explosiones. América es Haití, cuyo devastador terremoto del 2010 dejó más de 100.000 muertos, a los que se suman 4.835 a causa del cólera por la miseria en la que viven. América es México, Ciudad Juárez y las miles de mujeres asesinadas cada año. América es Chile y su lucha para que EEUU no eche su basura nuclear en el desierto de Atacama.

El desprecio que los estadounidenses demuestran por nuestras múltiples realidades americanas es un acto de terrorismo.

América es más que la casa donde Obama hace lo que le da la gana. Es la casa en la que Kissinger decía: "Hay que matar al jodido Allende". América somos todos los sudamericanos, centroamericanos y norteamericanos que queremos una vida mejor, con respeto y dignidad.

Marcela Terra **

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