TSte supone que bajo el cielo protector nunca podrían guarecerse los delincuentes, pues la función y el sentido de ese cielo es cobijar a las víctimas. O dicho de otro modo: si la Justicia intercepta y escucha una conversación en la que dos individuos reconocen haber perpetrado delitos impunes y planean nuevos golpes, todo ello con pelos y señales, la Justicia debe entender que esa charla rebasa los límites de la intimidad, pues de su contenido se infiere un daño para otros. Los ladrones, algunos de los cuales son sin duda gente honrada, pero casi seguro que no los presuntos que se han hinchado a amañar partidos en beneficio, en perjuicio más bien, del Hércules, suelen planear sus exacciones en la intimidad por razones obvias, pero esto, natural y lógico desde el punto de vista del hampa, no debería constituir obstáculo ni dique para la curiosidad de los tribunales en lo tocante a la persecución y castigo del delito.

Ahí tenemos, detrás de esta basura que anega al fútbol español, a un sujeto versado en temas de basura precisamente, de profesión sus oscuras labores, máximo accionista del club alicantino e investigado por el Caso Brugal. A su lado, al parecer, un machaca indigno de vestirse de corto. La tradicional indulgencia con las primas a terceros , esto es, con el estimulante maletín para ganar, alfombró bien alfombrado el camino al maletín para dejarse ganar, y estos chicos manejaban, según se desprende de sus conversaciones íntimas , una colección de maletines con los que iban corrompiendo a los jugadores de equipos nobles e históricos y, de paso, estafando con sus amaños y sus sobornos a los quinielistas que ya no jugaban con el albur de los resultados, sino, sin saberlo, con los designios de los corruptores. Bueno, pues esas son, según un juez, cosas de la intimidad de las criaturas, y la primera, lo del maletín, ni siquiera delito según el vigente Código Penal.

Todo es mentira en esta podrida sociedad, y para evadirse de ese tormento, la gente se iba al fútbol. ¿A dónde va a ir ahora?