Escritor

Me he adelantado a Bush y a Aznar y estoy muy malherido. No sé qué me ha sucedido, que mi pesada mole fue a dar contra un saliente de un mármol y, además de tener magulladuras por todo el cuerpo, en un ojo tengo cinco puntos de sutura, pero en contra de lo que puedan imaginar, el traumatismo me ha producido un gran placer. Mientras caía la sangre sobre mi rostro, lejos de producirme un dolor espantoso, todo mi ser se invadía de un placer difícilmente favorable, mientras al fondo oía el programa de Localia, donde divertidamente Murillo (algo más cáustico) Cardoso, nuestro Quijote del ayuntamiento, y el novelista Manuel Vicente González hacían elogios de un Carnaval donde la nota más destacada era que las mujeres de Badajoz y las importadas en esas fechas en pateras inauguraban nuevos métodos de la micción femenina, teniendo en cuenta, como asevera Cardoso, o aseveraba, que el hombre se la saca y se pone a mear como hidráulico contemplativo que ha sido y en cualquier lugar, como sucedía en el Vivero, que en los descansos había un paredón donde el socio del Badajoz se contemplaba la minga; pero las nuevas técnicas miccionales en la mujer son las que han avanzado según este trío, y entonces ha sido de ver hembras que estaban con alguien hablando de temas sutiles y, dentro de un gran goce terrenal, veíase caer una cascada de orines por entre las faldas que arrobaban a nuestro Juanma Cardoso, y me imagino que a Monago también, que sale como un angelote a contar los millones de euros que se gasta el ayuntamiento, que él traduce a pesetas. Pero es que siguiendo la tertulia, las hembras no se arredraban en este Carnaval irredento, y era muy natural pasar junto a innumerables señoritas meando de cuclillas junto al personal en un gesto de libre micción feminista. Menos mal que después Manuel Vicente, como iba disfrazado de canónigo, mientras meaban les daba su bendición apostólica, cosa que no sé si es para llevarla al Tribunal de Justicia y que opinaran sus sesudos magistrados.

Y yo con mi melopea, con mi dolor agridulce, se me iba y venían dolores de muerte adelantándome a los asesinatos, presuntos, de la trinca de la ONU.