A diario recibimos noticias en los medios de comunicación de nuevos casos de malos tratos. La sociedad, que muestra gran sensibilidad ante este problema, no acierta a comprender cómo nuestros gobernantes son incapaces de acabar con esta lacra que cada vez más va tiñendo de tragedia numerosos hogares y que convierte nuestra sociedad en tercermundista.

Pero cuando se habla de malos tratos, ¿de qué se está hablando realmente?, ¿de un miembro de la pareja que agrede al otro?, ¿de un padre que castiga o pega a su hijo?, ¿de un hijo que amenaza y/o chantajea a sus padres?

Si malos tratos significan todo tipo de violencia materializada en agresiones verbales o físicas, ¿dónde situamos los ataques al profesorado?, ¿por qué la sociedad es tan sensible ante los primeros y permanece indiferente ante las agresiones a los profesores? ¿Acaso no es igualmente lesivo y dañino para un profesor que un alumno y/o sus padres lo agredan verbal o físicamente? ¿Es que los docentes debemos soportar sin quejarnos todo tipo de ataques por el hecho de haber elegido esta profesión?

Qué duda cabe que los padres juegan un papel fundamental en la formación y educación de sus hijos, y que es una irresponsabilidad delegar su deber en el centro educativo. La incorporación de la mujer al mundo laboral y la estabilidad en el trabajo deben valorarse como un avance personal, familiar y social, siempre que no suponga la renuncia a sus otras obligaciones como persona y padre/madre.

Ya es hora de hablar claro y sin tapujos (los últimos acontecimientos obligan a ello), muchos padres aún no han tomado conciencia de la trascendencia de los comportamientos y de las actitudes de sus hijos en el sistema educativo. Es más, para evitar un posible enfrentamiento con sus hijos, optan en no pocos casos por ponerse de su parte cuando el profesor lo sanciona o simplemente lo reprende, descalificándolo y desautorizándolo en la mayoría de los casos.

Por otra parte está la Administración educativa, que no se atreve a atajar los problemas desde su raíz, y da vueltas y vueltas a la noria cuando surge un conflicto tratando de justificar a unos y de conformar a otros.

XEN ABSOLUTOx los profesores somos victimistas ni buscamos enfrentamientos con otros sectores de la comunidad educativa, lo que sucede es que estamos hartos de recibir descalificaciones, intromisiones en el desempeño de nuestra labor profesional y por si esto fuera poco, agresiones, amenazas, chantajes... Lejos de otras aspiraciones hoy por hoy inalcanzables: respeto, atención en clase, interés, compañerismo, responsabilidad y esfuerzo, los profesores reivindicamos el respeto a nuestra profesión y exigimos a los responsables de Educación su implicación (no con palabras, sino con hechos) y apoyo y defensa incondicional a sus trabajadores.

Ciertamente el colectivo docente siente envidia de otros colectivos cuando ve que sus responsables manifiestan públicamente sin miedos y sin complejos un apoyo categórico. Así el consejero de Sanidad declaró hace unos días en los medios de comunicación que actuará de modo inflexible contra quienes agredan verbal o físicamente a los trabajadores del SES, y que se personará en el juzgado para defender a sus profesionales.

Prácticamente el mismo día publicaron los mismos medios que, según la Consejería de Educación, los incidentes y conflictos provocados en Jaraíz por las amenazas de alumnos y padres al equipo directivo y a varios profesores del centro de Secundaria (incluso amenazas de muerte), se habían magnificado. No creo que hagan falta más comentarios al respecto.

*Presidente Autonómicode CSI-CSIF Enseñanza