La monarquía feudal de Arabia Saudí se ha dedicado durante años, con el apoyo de Estados Unidos, a sembrar los vientos del fanatismo religioso más extremo. Ahora recoge tempestades en forma de brutales atentados, como el ocurrido en la noche del pasado sábado, destinados a desestabilizar el reino de la Casa de Saud. La profunda amistad entre Riad y Washington, con la estancia de varios miles de soldados estadounidenses en territorio saudí, ha sido la excusa utilizada por Osama bin Laden y sus correligionarios para sembrar el terror, incluso antes del 11-S, en el país que alberga los santos lugares musulmanes. Las fuerzas de EEUU se han trasladado a otro país menos conflictivo, pero en Arabia Saudí los incidentes con integristas no han cesado pese a las más de 600 detenciones en seis meses, según las autoridades.

Riad se encuentra ahora entre dos fuegos. De una parte, el de los terroristas, que acusan a aquella monarquía de corrupta e impura. De otra, EEUU, que acaba de denunciar la falta de democracia en la zona. Lo cierto es que un régimen como el saudí --excelente caldo de cultivo del terrorismo--, es inviable. Y además, Rusia le acaba de arrebatar el liderazgo mundial de la producción de crudo.