Las autoridades gubernativas hablaban de casi dos millones de personas, la policía local de millón y medio, los medios de comunicación de la mayor concentración de la democracia española , todos hablábamos de éxito, todos estábamos satisfechos. Nada más iniciarse la manifestación pudimos comprobar cómo en su cabeza se unían el presidente del Gobierno y el líder de la oposición, más de cuarenta obispos, los líderes sindicales, responsables de mezquitas, sinagogas, pagodas y templos de todo rito y confesión, actores y actrices, diputados de todos los partidos, presidentes de todas las autonomías, autoridades civiles y militares. Detrás de ellos, las pancartas de casi tres mil ONGes desde Manos Unidas a Coordinadora de Gays y Lesbianas pasando por Plataformas del 0,7, Cáritas, Movimiento por la Paz, Médicos sin fronteras y así hasta unirse con banderas de España con toro, sin toro, con escudo, sin escudo, republicanas, con arco iris, con hojas de arce, vaticanas, piratas, del Betis, del Madrid... Zancudos, payasos, mimos, cantantes, músicos callejeros. Colectivos de inmigrantes de todas las razas y procedencias con sus ritmos y sus acentos. Y los más de dos millones de voces gritando hasta romperse el pulmón. Cadenas de todo el mundo se mezclaban con los manifestantes para entrevistarlos, unidades móviles se afanaban en lanzar al mundo esa magna concentración fruto del acuerdo, de la unidad democrática, del interés por expresar de forma cívica y festiva su más absoluto rechazo, su grito inconformista, su rabia y sus esperanzas ante un problema que figuraba en la pancarta que abría la manifestación: Por la paz, la justicia y la libertad. No a la pobreza

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala