TStiento un gran respeto por todas las personas que arriesgan su físico por una causa noble, y que lo hacen sin ánimo de lucro, y tengo por los saharauis una gran simpatía, y la sensación, como español, de que les hemos fallado en numerosas ocasiones, e incluso podríamos afirmar que les hemos traicionado. Por ello, admiro a los canarios que se fueron a Africa a manifestarse en pro de los derechos del Sahara, pero, al mismo tiempo, me parece consecuente que les recibieran con más brutalidad que simpatía.

Primero, porque la policía no es la policía española, o la francesa, o la de un país democrático; y, segundo, porque para ellos se trata de una provocación insoportable, tanto, como sería para nosotros que un grupo de ciudadanos marroquíes intervinieran en una manifestación no autorizada, en Córdoba o en Sevilla, para pedir la independencia de Ceuta y Melilla, mejor dicho, la dependencia de Ceuta y Melilla de la monarquía marroquí. ¿Nos extrañaría que fueran detenidos? ¿Intervendría el ministro de Asuntos Exteriores marroquí para abogar por su libertad? No creo, de la misma forma que el ministerio francés no levantaría un dedo por unos ciudadanos franceses que se hubieran involucrado en España en una manifestación no autorizada.

En numerosas ocasiones he escrito que para viajar por el mundo es preferible tener un pasaporte inglés a llevar un pasaporte español, pero del defecto parece que estamos pasando al otro lado del péndulo, y convendría recordar a los ciudadanos españoles que hay un grado de responsabilidad individual, tanto en los comportamientos políticos, como en los de la ayuda humanitaria, acciones loables y plausibles en todo momento, pero que tienen sus límites allí donde el riesgo es evidente o el inconveniente probable. Y no sólo por el riesgo de la propia vida, sino por el riesgo al que puede llevar a personas ajenas, y las complicaciones económicas y políticas que pueden derivarse de una acción estrictamente personal.