WMwientras Kofi Annan denunciaba en Madrid que muchas de las medidas antiterroristas que están adoptando los estados vulneran los derechos humanos y las libertades, en Londres Tony Blair conseguía aprobar, no sin grandes dificultades y tras algunas concesiones, una ley autoritaria y restrictiva que vulnera precisamente dichos derechos y libertades.

Blair aspira a blindarse de las acusaciones de no haber hecho lo suficiente ante una eventual repetición de un 11-S o un 11-M en suelo británico. Pero la mano dura no siempre funciona. El Reino Unido tiene una larga experiencia de lucha contra el terrorismo y su primer ministro debería recordar cómo la antigua ley para combatir el de origen norirlandés y que permitía largas detenciones sin cargos, sólo sirvió para crear más resentimiento antibritánico entre los republicanos del Ulster y aumentar el apoyo al IRA.

La ley aprobada ahora le sirve además a Blair para comerle el terreno de la mano dura a los tories ante las próximas elecciones de mayo. Con este cálculo electoral, el líder laborista hace un uso impropio e inadmisible de algo tan fundamental a la esencia de la democracia como son los derechos humanos y las libertades.