WLw os devotos de las estadísticas como método imprescindible para tomar decisiones, que van siendo legión, tienen un argumento decisivo a su favor: todo lo que se pueda medir, es mucho más susceptible de mejorar que lo que escapa a la cuantificación. Y en el caso de la lucha contra la siniestralidad en las carreteras, calles y autopistas de nuestro país, el dato es elemental: cuántos muertos se registran en comparación con el año pasado. Si se trata de períodos de especial relevancia, ese dato cobra aún más importancia: navidades, Semana Santa y vacaciones de verano. Con estas premisas no es necesario ser un lince para reconocer que la cifra de fallecidos en accidente de circulación en España desde el 14 al 23 de marzo ha sido sensiblemente más baja --casi la mitad-- que la que se registró en el mismo período festivo del año 2007. Entonces fueron, oficialmente, 107 víctimas las que dejaron su vida en el asfalto. Este año, hasta el domingo, 54. Incluye las víctimas mortales registradas en Extremadura, que han sido 4, dos menos a las habidas durante la Semana Santa del año pasado.

Para ser precisos, hay que tener en cuenta que esta Semana Santa, a diferencia de los otros períodos de vacaciones masivas, presenta una importante variación estacional debido al ciclo lunar. Este año ha coincidido con el inicio de la primavera, y el año pasado se celebró a principios de abril, cuando el tiempo es más apacible. El factor climático, por tanto, ha tenido un peso indiscutible. Este año, la tendencia ha sido irse a la montaña, mientras que el año pasado la tendencia fue acercarse a las playas. El movimiento del tráfico, en estas condiciones, aunque no menor sí es distinto. Y el otro factor aún más decisivo ha sido que con clima revuelto, cuando no intensamente invernal, hay menor circulación de motos, cuya triste contribución a las estadísticas de mortalidad en las carretera no cesa.

Sin embargo, y a pesar de todas las circunstancias hasta aquí mencionadas el factor decisivo para esta significativa reducción de la siniestralidad en Semana Santa es otro: el año pasado, este período registró el primer cambio de tendencia de reducción --hubo alza-- de accidentes desde la implantación del carnet por puntos. Se dijo entonces, y a la vista está que con precipitación, que el experimento que había sido exitoso en otros países europeos fracasaba aquí. No ha sido así por otra razón: a finales del año pasado se aprobó una reforma del código penal que acababa con algunas ambigüedades que favorecían las triquiñuelas para que los malos conductores salieran impunes de su comportamiento al volante. Ahora la amenaza es clara: se puede acabar en la cárcel por conducción temeraria. Esta coacción está siendo el mejor factor para que los conductores escarmienten, poniéndose así de manifiesto que la mano dura es eficaz contra la siniestralidad. Pero que sea suficiente requiere un período de análisis de mayor amplitud que el recogido durante los últimos 15 días.