Dos izquierdas, un gobierno. Una la lidera Sánchez, secretario general, y la otra Iglesias, también con cargo de secretario general. Si el liderazgo de Sánchez supuso un largo y tortuoso y personalísimo proceso de primarias que dejó algunos cadáveres políticos por el camino, inevitables, el de Iglesias es un liderazgo indiscutible e indiscutido desde el primer día, que tuvo asimismo víctimas políticas -y personales- forzosas. La izquierda de Sánchez es la de su partido, aunque ahora sea provisionalmente suya, con poderes plenipotenciarios, mientras que la izquierda de Iglesias es una izquierda en propiedad, incluso privativa, pues no existiría sin él, ya que son las ideas políticas de Iglesias las que crean el partido, cuando lo razonable o lo normal o lo acostumbrado... (todo cambia). Por último: si la izquierda de Sánchez hace tiempo que se declara socialdemócrata, lo que significa que se ha quitado del socialismo del mismo modo que el socialismo se quitó del marxismo (Suresnes), la izquierda de Iglesias nunca se ha declarado populista -sería como declararse demagoga-, pese a que «populismo» es una de las etiquetas que le asignan, entre muchas.

Aparte estas diferencias (ay, aparte), esta semana ha habido otras. Así, donde la izquierda de Iglesias apoyaba la investigación sobre el GAL, la izquierda de Sánchez se ha opuesto por considerar que son “cosas que ya están juzgadas y sentenciadas”. Y lo mismo ha ocurrido con la regularización masiva y urgente de los inmigrantes residentes en España, una petición casi personal de Iglesias que, en fin... Pero lo más llamativo ha sido el fracaso del Impuesto a las Grandes Fortunas, que ya estaba en el acuerdo de gobierno entre ambas izquierdas y cuyo propósito no era acabar con los ricos, al modo revolucionario, sino con los pobres, al modo Olof Palme, acabando para ello con la desigualdad. Una medida demasiado socialdemócrata para las ministras Calviño y Montero, que primero impidieron que la propuesta llegara al Consejo de Ministros y finalmente han convencido a su grupo para rechazarla.

Ambas izquierdas, sin embargo, han leído a Sartre. Se advierte en que la de Sánchez entiende que los fines políticos se antepongan a veces a las convicciones morales, resabiada, y en que la de Iglesias anda todavía con los principios y los ideales, feliz.

* Funcionario