Pocas crisis de gobierno municipal, tras las elecciones en todos los ayuntamientos del 25 de mayo, merecen tanta atención como la de Marbella. Sus protagonistas así lo han querido. Bajo la espuma rosa con que se presenta la capital de la Costa del Sol se oculta, desde hace muchos años, un feudo consentido de delincuentes.

Que el nuevo alcalde, Julián Muñoz, entregado sin recato a su relación con la cantante Isabel Pantoja, le haya salido rana a su predecesor y mentor Jesús Gil, y que éste promueva su sustitución con el apoyo de los ediles del PSOE y del PA es un capítulo más de los despropósitos con que se rige Marbella desde hace años.

Tanto el PSOE, que gobierna en Andalucía, como el PP, que tiene a mano todos los resortes del Estado --y cuando le conviene sabe cómo utilizarlos--, deberían demostrar que son capaces de acabar, utilizando todos los medios democráticos necesarios, con esa anomalía que es el Gobierno descontrolado del municipio de Marbella. Estamos lejos de esa aspiración, porque si hay relevo en la alcaldía de Marbella seguirá siendo gracias a los manejos de un delincuente convicto como Gil, que aún hoy domina las tramas financieras de la localidad. Es una lástima.