En una época tan mercantilista como la que nos ha tocado vivir, en la que el hombre nace principalmente para vender, nunca serás un fabricante o vendedor de éxito si no te creas una marca, ese logotipo o cúmulo de letras personalizadas que darán la imagen a unos productos que mucha gente venerará con pasión, hasta el extremo de no poder vivir sin ellos, al menos esos que van por la vida pensando que no utilizar productos de marca implica dar a entender que no eres nadie. Los productos de marca suelen ser caros y por eso se relacionan con el poder adquisitivo.

Uno conduce un Ferrari y puede alardear de tener la billetera repleta, aunque el coche te lo haya dejado tu jefe, quien realmente maneja cash, para que vayas a comprarle el periódico y el tabaco. Y ojo, que tienes la garantía del éxito con tu presunción, porque todavía no existe nadie que haya sido capaz de falsificar un Ferrari. Ahora, si de lo que quieres presumir es de un reloj de esos que dan la hora sobre esfera de cuarzo generosamente quilatada, no las tienes todas contigo, porque las falsificaciones de relojes de marca cada vez son más frecuentes y ese personal quisquilloso que se las sabe todas en lo que a falsificaciones de marcas se refiere descubrirá el pastel y quedarás como el rey de los quiero y no puedo. Y ya no te digo nada si te embutes uno de esos polos con un reptil de trapo pegado en pechera comprado en mercadillo, o te colocas unas gafas cuyo nombre empieza por R adquiridas en el bazar de la esquina y se descubre la trampa.

Para ser alguien tienes que consumir productos de marca y además mostrarlas para que se sepa que vas de pudiente, y de paso haces un poquito de publicidad de esas marcas para que acrecienten sus ventas. Estrategia de mercado. Sibilinamente nos convierten en hombres o mujeres anuncio, y nosotros tan felices. Te dicen que comprando cuatro latas de cerveza de la marca X te regalarán una camiseta con su marca estampada en grande, para significarse por donde vayas y tú tan agradecido.