Anoche me leí la directiva de retorno de los inmigrantes. Y lo van a tener jodido; si ahora son sospechosos de todo lo malo, con este documento ya no serán sospechosos, serán culpables (no se muy sabe de qué pero algo habrán hecho) y merecerán el encierro; eso sí, como somos muy democráticos, sin cargos (pero no se preocupen que ya habrá algo de qué acusarlos). A eso se le llama encima de burros, apaleados . Bastante tenían con el drama de emigrar, que es duro, doloroso, a menudo cruel (con o sin papeles), como para encima aguantar más sufrimiento añadido sin ningún motivo razonable. Y me asaltaron las ganas de compartir con ustedes historias de amigos que emigraron (alguno sin papeles )... Marcel, Henry y Dina .

A Marcel no le gusta que le llamen "pobrecito negrito". Es un camerunés de 25 años que vive y trabaja en España, que ya tiene papeles, cotiza a la Seguridad Social, se ha comprado un coche y quizas pronto se case con su chica. Lo anterior, recorrer diferentes países de Africa unas semanas a pie y otras hacinado en un camión y huyendo de los hombres armados y uniformados; y llegar a Nador y esconderse en el Monte Gurugú comiendo cualquier cosa, hasta poder colarse en Melilla. Después el CETI (Centro de Inmigrantes) varios años y luego ¡hala!, a la península con un salvoconducto y ¡sálvese quien pueda! Como te pillemos te devolvemos a tu país. Y peregrinar por España a merced de empresarios sin escrúpulos y de dormidas en la calle.

Lo conocí, a Marcel, en el Norte de Africa, hace ya varios años. Henry y yo, en cambio, hace más de quince años nos conocimos y compartimos charlas y alguna fiesta. Y volvimos a vernos alguna vez en algún concierto en Madrid. Nos reencontramos unos meses atrás. Ahora Henry es un artista conocido, su mujer, Ana , y él tienen casa propia, varios hijos y una vida relativamente estable y con bienestar. Poco que ver con su llegada desde Senegal muchos años antes, cuando luchaba por hacerse un hueco en esta sociedad, no tan acogedora como pudiera parecer y, en esa época, más suspicaz con los africanos. Sigue teniendo la alegría que nunca perdió a pesar de los golpes de la vida.

Con Dina y su familia compartíamos en Marruecos meriendas y excursiones. Tiene cuatro niños como cuatro soles, la última nacida en España, donde vino con el mayor, un mozalbete que ya tiene 15 años. Fue presa de la explotación, mas ya es libre y ha podido reagrupar a los dos hijos que se habían quedado en Africa con su padre. El reto, ahora, es que Mohamed también pueda reunirse con ellos en la costa levantina.

*Periodista.