El Partido Popular volvió ayer a la estrategia del enfrentamiento puro y duro con sus adversarios políticos. Esta vez eligió un terreno que estaba en principio abonado para el consenso: la asamblea que debía renovar los órganos directivos de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).

De hecho, el pasado sábado se alcanzó un acuerdo para que hubiera una lista plural y única para dirigir la FEMP bajo la presidencia del alcalde de A Coruña, el socialista Francisco Vázquez. Hasta la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, del PP, daba por bueno el acuerdo que la convertía a ella en vicepresidenta. Pero el PP decidió forzar la máquina.

Pensando sin duda en zarandear a Zapatero y en dificultar un pacto en Cataluña de Maragall con ERC, los dirigentes del PP introdujeron una moción de condena al plan Ibarretxe y de defensa de la Constitución que, sin venir demasiado a cuento en ese foro, rompía el difícil equilibrio alcanzado entre todos. Aznar y Rajoy volvían así a poner en primer plano su guerra particular contra los nacionalismos. El resultado: se rompió el consenso, hubo dos listas y la del PP perdió. Pero a los populares les da igual. Ellos sólo piensan en machacar al PSOE en las legislativas de marzo.