WLw a manifestación que discurrió ayer por el centro de San Sebastián con el lema Euskal Herria tiene la palabra y la decisión ha removido las aguas del proceso abierto en Euskadi por el alto el fuego de ETA.

Pero ni del desarrollo de la misma ni de las declaraciones de los líderes de la izquierda aberzale, que en gran número participaron en la marcha, cabe deducir cambio alguno en el marco de referencia político delimitado por el Gobierno al anunciar que se disponía a ponerse en contacto con la organización terrorista. Más bien parece un intento fallido del independentismo vasco de dar a entender que marca el tempo de la negociación.

Aun así, la confusión en cuanto a la personalidad de los convocantes y a su relación con Batasuna han dado ocasión a los adversarios de la negociación, empezando por el PP, a las insinuaciones de rigor. Como si facilitar la incorporación del mundo aberzale a las convenciones políticas fuese reprobable o, lo que es peor, como si el Gobierno se hubiese plegado a las exigencias de la organización terrorista.

Si ayer no pasó nada en las calles de San Sebastián, si la marcha se atuvo a las condiciones establecidas por la ley, y evocadas por el juez Baltasar Garzón en la resolución que la autorizó, carecen de fundamento las rebuscadas interpretaciones que han hecho del acto varios dirigentes populares, incluido Mariano Rajoy. Entre respetar la ley y comportarse como un fundamentalista hay grandes diferencias.