WMw ariano Rajoy se declara intrínsecamente moderado en una entrevista con este diario que se publicó el pasado domingo, y en la que se muestra, de forma implícita, decidido a capitanear un giro al centro de su partido. Una larga marcha hacia la moderación que quizá haya tardado demasiado tiempo en emprender, pero que a buen seguro le deparará un mejor destino que los sombríos derroteros por los que venía transitando el PP.

Tras el impacto emocional del 11-M y una traumática derrota electoral que pocos esperaban, Rajoy heredó un partido desbocado, zaherido por la súbita pérdida del poder y obstinado en limpiar el buen nombre de Aznar, algunos de cuyos albaceas poco o nada han ayudado al sucesor a edificar su liderazgo. Embridar el revanchismo --léase la obsesión por la autoría intelectual del 11-M-- y construir una alternativa de futuro eran las condiciones necesarias, aunque no suficientes, para regresar algún día a la Moncloa.

Rajoy admite que este verano se decidió por fin a combinar la oposición pura y dura al Gobierno con la presentación de propuestas programáticas. Un esfuerzo no siempre recompensado porque el frustrado proceso de paz todo lo eclipsa: los logros del Gobierno, sí, pero también las iniciativas de la oposición. Sin siembra, en todo caso, nunca hay cosecha.

Otro síntoma reciente de que algo se mueve en las filas conservadoras, del que el líder conservador no presume por elemental prudencia, es el menor protagonismo mediático de Zaplana y de Acebes, tal como preconizó en su día el otrora cuestionado y hoy ensalzado Piqué.

Otros giros al centro del PP se frustraron por el acontecer de la política o las contradicciones en su cúpula dirigente. Pero Rajoy, a tenor de sus palabras, parece haber entendido que para su partido ya no hay salida más a la derecha. Para ganar unas elecciones es indispensable preservar el voto de los incondicionales, pero no basta. También es preciso, y aún más en tiempos de zozobra, ganarse la confianza de las clases medias urbanas, temerosas de los extremos de uno y otro signo.

España necesita una derecha sólida, pero también moderada, para garantizar una alternancia sosegada en el poder. Y si además ambas fuerzas, PSOE y PP, son capaces de afrontar juntas el desafío de ETA, hoy para combatirla pero mañana tal vez para negociar su disolución, tanto mejor.

Rajoy ha sido visto desde el primer momento como un dirigente que por talante y principios sería capaz de moderar el partido de la derecha. La sensación que ha transmitido es que si no hacía más era porque no le dejaban. Esto puede haber cambiado: él mismo dice en la entrevista que nota, en su partido, más apoyo que nunca desde que se celebraron las elecciones del 2004.

Pero el presidente del PP sabe que, en política, la autoridad sólo deja de ser discutida cuando se alcanza el poder. Y para ello es necesario ganarse la confianza de las clases medias urbanas, temerosas de los extremos de uno y otro signo, Porque el voto de los incondicionales es condición necesaria pero no suficiente para alcanzar el poder.