WNw ada es casual en la elección de la ciudad de Uxda, junto a la frontera de Argelia, para las entrevistas de ayer del presidente del Gobierno con el rey Mohamed VI y su primer ministro, Abbás el Fassi. Las inmediaciones de Uxda son lugar de reunión tradicional de sin papeles subsaharianos que quieren llegar a España, la ciudad se encuentra cerca de Melilla y, por último, es la cuna del presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, benefactor de la causa saharaui en los campamentos de Tinduf. Un compendio de referencias al que debe añadirse que la fecha elegida fue la del sexto aniversario de la crisis de Perejil, aquella escaramuza entre los dos países que constituyó el momento más delicado en las relaciones hispano-marroquís desde la restauración de la democracia y que obligó hasta una mediación de los Estados Unidos para llevar las cosas a su cauce. Todas estas circunstancias no son causales; son muy del gusto de la corte rabatí, que a la vez que precisa cultivar alguna forma de asociación especial con la UE, a través sobre todo de Francia y de España, se resista a renunciar a la prédica nacionalista que le gusta escuchar a su opinión pública.

El caso es que, al mismo tiempo que Marruecos ha preparado la cumbre con este doble enfoque, se han registrado varios episodios trágicos relacionados con la inmigración clandestina. Y una vez más han sido las penalidades de los sin papeles que encuentran la muerte en el mar, y el impacto que esto tiene en la sociedad española, lo que ha dominado las conversaciones, porque para afrontar eficazmente la gestión de este problema es indispensable la colaboración de Marruecos. Un compromiso que, al menos formalmente, ya existe, pero que debe incrementarse con actitudes inequívocas, porque no es concebible que se estreche la vinculación marroquí con la UE y, al mismo tiempo, se mantenga el flujo de pateras como si se tratara de una fatalidad inabordable.

Frente a la tragedia cotidiana, la auscultación de las relaciones con Marruecos, superado el desencuentro que siguió a la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla a finales del 2007, se antoja un problema menor. Y, por la misma razón, ante los flujos migratorios incontrolados y explotados por las mafias, la cumbre euromediterránea de mañana en París se presenta tan llena de oropel como falta de realismo por más que Nicolas Sarkozy la presente como la gran herramienta para solucionar los problemas del Mare Nostrum.

Aunque solo sea por una vez, parece más adecuada la opción española de identificar problemas concretos --la inmigración, el desequilibrio en los intercambios comerciales y otros-- que una gran digresión teórica, de la que desconfía Alemania y, con ella, el grueso de la UE.