Renfe sólo se gastó el pasado año dos de cada diez euros presupuestados para Extremadura, inversiones cuya no realización la compañía sigue sin justificar por qué no ejecutó. Sin embargo, otras comunidades gobernadas por el PP han visto incrementado, sin justificación aparente, el listado de obras previstas. Tanto en un caso como en otro podemos advertir cierta discriminación (positiva o negativa) y una errónea planificación.

Entre tanto, no es de recibo que Fomento, que es quien autoriza el presupuesto y quien siempre ha dado el visto bueno al contrato-programa de Renfe, no dé explicaciones de las causas que han justificado que se deje de invertir los de por sí escasos euros incluidos en las cuentas del 2002 y, por contra, apruebe obras no previstas en autonomías afines al partido del Gobierno. Si de por sí es malo que Extremadura esté a la cola de las inversiones ferroviarias, peor aún lo es que ni siquiera se gaste lo que se presupuesta. Y encima, tanto Renfe como Fomento piden dinero a otras administraciones para mejorar la red. Si no hay dinero, no se hacen obras en ningún sitio; si lo hay, al menos debe distribuirse coherentemente y aceptando lo aprobado en el Congreso, no desviando arbitrariamente los recursos hacia unas zonas concretas en detrimento de las menos dotadas.