Mañana nos enfrentaremos de nuevo a la ardua labor de introducir nuestro voto en las urnas. Las estrategias usadas por los partidos mayoritarios para captar a los indecisos y desencantados están diseñadas para repartirlo entre PP y PSOE. Como si a los márgenes de estas formaciones no existiera otra cosa que un árido y extenso páramo donde las iniciativas no pudieran fructificar. Pero si oteamos los confines bipartidistas encontraremos sorpresas. A la orilla izquierda del PSOE, ese socialismo metamorfoseado en una derecha moderada fiel cumplidora del neoliberalismo imperante, existen opciones que exploran caminos diferentes para abordar el futuro. La alusión al voto útil con esa coplilla impenitente que amenaza: Si no nos elegís vencerá la ultraderecha, actúa como un dique de contención para los ciudadanos que aspiran a no perder la libertad, la justicia social, el reparto de la riqueza y los servicios públicos. Más allá del Partido Popular, afanados en ser los favorecidos por el voto de castigo que una gran masa solicita para el PSOE, están esas ultramontanas coaliciones como Falange a las que nadie ha exigido que pasen por un criba similar a la de las listas de Bildu. Si la realidad en la que andamos inmersos nos ofende, participemos activamente para cambiarla. Una de las formas es probar a depositar nuestra confianza en los que todavía no nos han traicionado. Otra, convertirnos en constantes vigías del juego democrático. Interactuar sin delegar completamente nuestra responsabilidad en ningún partido. A lo mejor así, comprenderemos que más allá del bipartidismo existen otras posibilidades llenas de luces y de sombras. A nosotros, los españolitos de a pie, nos corresponde elegir la que ahora pueda aportarnos un rayo de esperanza.

Ana Cuevas Pascual **

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