Oriente Próximo se había caracterizado tradicionalmente porque sus sociedades árabes, percibidas desde Occidente como únicamente musulmanas, tenían en Líbano, Siria, Irak o Palestina una considerable presencia cristiana, que, si bien no era mayoritaria (excepto quizá en Líbano), pesaba mucho en la política, la economía y la cultura.

Además, tenían una virtud añadida: por definición o por convicción, los sistemas políticos de esos países tenían que definirse como laicos, o al menos como pluralmente religiosos. Por ello, en comparación con Arabia Saudí o, ya fuera del mundo árabe, Irán, el fundamentalismo había tenido poco arraigo.

Todo ello está siendo deliberadamente destruido desde una calculada estrategia del terror. En un solo día fueron ayer brutalmente atacadas varias iglesias de distintos credos cristianos en diferentes lugares de Irak. El mensaje tiene múltiples destinatarios. A las fuerzas de ocupación les recuerda que controlan poco y protegen casi nada. Al pueblo iraquí, mayoritariamente laico, que el islamismo radical es el programa final. Al mundo árabe, que el terrorismo de matriz islamista va a liquidar la variante del pluralismo religioso en el mundo árabe. Malas noticias para todos.