XAxunque la historia no se repita miméticamente, no por ello deja de ser maestra de la política y resulta muy difícil eludir la comparación de la situación mundial actual con otras habidas hace muchos siglos, así que no desbarramos al afirmar que el César Bush ha sido confirmado por una rotunda y significativa mayoría del pueblo norteamericano. Pretender que las opciones no eran claras resulta insostenible; abrigar la esperanza de que los halcones se conviertan en palomas es una ilusión insensata. Hay que asumir lo que hay, guste o no guste, porque no es una cuestión de preferencias, es más bien un asunto de realidades. Una mayoría suficiente del pueblo norteamericano se siente amenazada y opta por ejercer su liderazgo con puño de hierro, enrocarse con los amigos y poner en cuarentena a los que no lo son, con seguridad que Bush cumplirá con creces el mandato popular. La amenaza que siente el pueblo norteamericano, más allá de porcentajes de votos, es real, porque el terrorismo del integrismo islámico lo es, lo es para Norteamérica y lo es para el resto del mundo. Y dentro de ese amplio resto está muy singularmente España. Que ya no solo desde el radicalismo terrorista, sino desde el maximalismo islámico se aspira a la reconquista del Andalus perdido. Que el responsable de los islamistas españoles granadinos pida a la Junta de Andalucía la cooficilidad del árabe y no acabe en un psiquiátrico, demuestra hasta dónde están llegando las cosas. Y, ¿por qué no?, los judíos han vuelto a Palestina después de dos mil años, los árabes tan solo hace quinientos años que abandonaron la península. Tanto la situación geográfica, como el peso de la historia nos convierten en un frente singular en esta guerra cruel, de lo que ya hemos tenido dolorosas pruebas, tener como firme aliado a Norteamérica para ganarla, es más importante que la singular colaboración de Francia para combatir el terrorismo etarra.

De los tres escenarios en que se juega la política internacional, ONU, UE y relación bilateral, los imperios prefieren siempre esta última, y no es de esperar ninguna excepcionalidad por parte del actual. La ONU va a seguir conservando su liderazgo moral y colaborar con ella, como se viene haciendo es un deber inexcusable para cualquier gobierno, si se pretende progresista con mayor motivo, pero su capacidad real en las grandes cuestiones es modesta, el derecho a veto que tienen Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China, en el Consejo de Seguridad, merman considerablemente la capacidad de Naciones Unidas. La UE, no ha tenido hasta ahora una política exterior auténtica; los ingleses han ido a su aire, que es de colaboración estrecha con USA, polacos y demás países del Este, recelosos de Alemania, aunque sea algo muy venido a menos, partidarios del entendimiento directo con Norteamérica que en última instancia les garantiza protección, Berlusconi con Bush, Francia y Alemania formando un eje para ser más dentro de la UE y algo fuera de ella. Todo un panorama que nos permite afirmar que no existe política exterior de la UE, más bien lo contrario, y aunque debamos jugar a que exista, nuestras probabilidades de éxito son limitadas.

Se impone pues, la relación bilateral con los EEAA, como uno de los ejes de nuestra política exterior, lo que no es óbice para mantener dentro de la UE las pautas de conducta que las circunstancias aconsejen. Claramente ésta no es una relación entre iguales, como no la es con ningún otro Estado, excepción hecha tal vez de China, hay grados de importancia y de relación, el alcanzar el adecuado debe ser un objetivo inexcusable para nuestro Gobierno.

*Ingeniero y director general de

Desarrollo Rural del Ministerio de

Agricultura, Pesca y Alimentación