Aún está reciente el asesinato del empresario Ignacio Uría en Azpeitia , como están recientes la partida de tute que se mantuvo en el interior del restaurante mientras fuera yacía el cuerpo asesinado de uno de los integrantes de la misma y las declaraciones de Arzalluz diciendo que contra ETA solo cabe aguantar, mucho más que las policías de Rubalcaba , y recomendando a quien no pueda aguantar una pastilla de válium.

Pues bien: Rubalcaba, mejor dicho, el ministro del Interior; mejor dicho, el Gobierno de España; mejor dicho, el Estado de derecho; mejor dicho, la democracia, acaba de desmentir rotundamente a Arzalluz y sus insoportables recomendaciones al detener al sucesor de Txeroki y dos de sus compañeros de la banda ETA. Las fuerzas de seguridad del Estado, en colaboración con las fuerzas de seguridad del Estado francés, han cumplido con su deber: detener a los asesinos, impedir que cometan más crímenes, hacer algo más segura la vida de los ciudadanos vascos, de los ciudadanos españoles.

Desde que el Estado de derecho decidió que no podía dejar de serlo y que debía a todos los ciudadanos tomarse en serio su propia definición --monopolio legítimo de la violencia--, las cosas van mejorando, a pesar de que haya habido titubeos en el camino. El Estado de derecho, si quiere ser Estado, no puede admitir otra violencia junto a la suya. El Estado de derecho, si quiere estar legitimado democráticamente, no tiene más remedio que defender su monopolio sometiéndose al derecho, atando en corto, en muy corto, su soberanía, sabiendo que no tiene a su disposición cualquier medio, sino solo los que se puedan sostener ante el tribunal del derecho. Pero sabiendo también que no puede, no debe, renunciar a ninguno de los medios posibles en el ámbito del derecho.

XESA DECISIONx del Estado de derecho, que tiene mucha relación con el pacto por las libertades y contra el terrorismo, ha producido ya profundos cambios en la lucha contra ETA. Uno de los mayores, tan importante como la abreviación del tiempo de los jefes militares de la banda por las importantes detenciones que ha habido desde entonces, es que para casi la totalidad de la sociedad vasca haya caído el mito de la imbatibilidad de ETA. Ni Franco pudo con ellos, decían líderes del PNV; si cae un comando, inmediatamente surgirán varios, acostumbraba a decir Arzalluz.

Por eso no vale la labor policial; por eso no vale el Estado de derecho; por eso no vale la democracia, según Arzalluz, para terminar con ETA. Hace falta algo más: negociación política, porque de otra forma no se acaba, y válium para quienes, estando amenazados, no aguanten más. Pero la sociedad vasca ya no se pregunta si es posible acabar con ETA. Ahora se pregunta cuándo va a acabar ETA. Y en el cambio de pregunta queda enterrado el mito de la imbatibilidad de ETA. Una sociedad es incapaz de terminar con una organización terrorista si cree que no puede ser vencida. Entonces, es la sociedad la que está vencida. Pero si la sociedad se pregunta cuándo va a acabar la organización terrorista, esta ha perdido su arma más poderosa: el mito de que es imbatible, de que no habrá más remedio que negociar políticamente con ella.

La lucha policial contra ETA es la base de la política democrática: la defensa del Estado de derecho, que es la defensa de la libertad y de los derechos de los ciudadanos vascos, de los ciudadanos españoles. No hay, no puede haber en democracia contraposición entre lucha policial y lucha política. No puede haber suspensión de la lucha policial contra ETA en nombre de términos abusados y maltratados como diálogo, porque supondría poner en suspenso el Estado de derecho mismo.

ETA lleva algún tiempo suicidándose. Lleva bastante tiempo haciendo imposible cualquier salida para ella misma. Pero existen aún elementos en la sociedad vasca que les hacen creer que no se están suicidando, que solo pasan un mal momento, pero que la lucha nacionalista hacia la plena soberanía está bien encaminada. Existen aún demasiadas señales en la política vasca que ETA puede interpretar como ánimos para seguir en la tarea de forzar las contradicciones en el conjunto del nacionalismo, haciendo que este sea cada vez más radical en sus planteamientos.

Es probable que quienes, con la mejor intención y con condenas contundentes de los asesinatos de ETA, crean una atmósfera que alimenta las esperanzas de ETA de que no se están suicidando, en el fondo estén preparando su propio suicidio, el suicidio del conjunto del nacionalismo vasco que no ha sabido cortar amarras de forma radical del proyecto nacionalista y revolucionario de ETA.

El nacionalismo vasco en su conjunto se encuentra ante una responsabilidad histórica: la de colaborar a que ETA se suicide de verdad. Para ello debe romper clara y rotundamente con el proyecto político de ETA. No vale ya la diferencia entre medios y fines. Los fines van cambiando de la mano de los medios a su servicio, y los medios se modelan según la naturaleza de los fines. O el nacionalismo vasco aprende a declinar su proyecto como radicalmente distinto del de ETA, o camina también al suicidio. Si asume su responsabilidad, el fin de ETA estará mucho más cerca, porque el nacionalismo vasco será, por fin, democrático.

*Presidente de la asociación cultural Aldaketa (Cambio para Euskadi).