TAt los acontecimientos sucedidos en el pueblo de Aldeacentenera, donde una patera que pretendía ser un monumento a la emigración e inmigración, fue quemada por unos desalmados, se suma un curioso y desafortunado comentario que ayer tuve la desgracia de escuchar, xenófobo y racista, que decía que cada vez que pasaba por cierto pueblo extremeño, olía a moro. Digo desgracia, porque así considero el hecho de que aún hoy, haya personas que puedan decir semejantes barbaridades. No quiero ni pensar la rabia que esta gente tiene que sentir, cuando oiga hablar del voto de los inmigrantes. Cómo se suele decir uno no es de donde nace, sino donde pace , refiriéndose a la estrecha relación que se establece con respecto a la comunidad humana en la que uno vive con sus miembros. Una de las cuestiones más novedosas que han salido del cónclave socialista ha sido la de reconocer el derecho al voto a los inmigrantes que conviven con nosotros, en nuestros pueblos y ciudades, como un gesto de igualdad y de solidaridad hacia quienes --al igual que cualquiera de nosotros-- son ciudadanos, ni de primera ni de segunda, sino sencillamente eso. Yo además soy de los que piensan que si este país se ha desarrollado en los últimos años, en gran medida se debe a estas personas que contribuyen con su trabajo y su aportación a construirlo y desarrollarlo. Ni qué decir tiene que, en el caso de una región como Extremadura, este contexto cobra mayor fuerza, pues muchos de nuestros antepasados ejercieron por necesidad la emigración, fueron inmigrantes en Alemania, Francia y Holanda, y eso también nos ayudó a crecer como región.

Me parece oportuno que un gobierno de izquierdas impulse la posibilidad de voto en los comicios municipales para que, los inmigrantes que en igualdad de condiciones conviven en nuestros pueblos y ciudades, se sientan plenamente integrados y por tanto, una parte más de la sociedad a la que también aportan su granito de arena.