Pocas veces se ha visto a Fernández Vara tan tranquilo y seguro sobre su porvenir electoral. Tanto, que ha aceptado, al menos de palabra y de momento, celebrar un pleno en la Asamblea de Extremadura para a petición de Monago dar cuenta del cumplimiento de sus medidas en la Agenda del Cambio previa a las elecciones de 2015.

Este sábado el presidente de la Junta, actuando en una reunión como secretario regional del PSOE, se ha permitido además el lujo de caricaturizar al presidente regional del PP diciendo que está «rematado», nervioso, porque le provoca pero él no le contesta y, sobre todo, porque Monago no tendría asegurado ser candidato en mayo del año que viene a la Presidencia de la Junta.

En realidad sobre que lo será, caben pocas dudas. Ningún partido de cierto calibre cambia de cara de cartel a ocho meses y medio de las elecciones, sería suicida cuando además, y también es norma, los líderes suelen rodearse de personas de perfil bajo, o rebajan el perfil público de quien lo tenga alto, por lo que nunca aparentemente hay quien se haga cargo de la nave con garantías.

Es una mentira como una catedral, y los que consideramos intocables ahora, un día fueron delfines novatos designados por eso, ser la persona oportuna en el momento adecuado, o porque alguien en este caso se plantó en la calle Génova a decir que no valía la candidata pactada dentro del partido, sino su ahijado.

Por otro lado, la situación ha cambiado con profundidad en el PP nacional. Tras hundirse el suelo bajo los pies de Rajoy en 24 horas, víctima de la primera moción de censura que triunfaba, ha llegado un cambio generacional acompañado de una cierto asentamiento renovado ideológico, una generación liderada por Pablo Casado con la que de momento Monago difícilmente conectará; una dirección que con toda lógica piensa que quien ha pilotado la oposición en Extremadura estos cuatro años, deberá rendir ahora las cuentas con el electorado y recibir el juicio que los votantes consideren.

Es algo que además a Casado y a sus ‘delegados’ en Extremadura vendrá bien para calibrar los apoyos reales de Monago, internos y entre la población, y la posibilidad en el plazo que sea de plantear o no que la renovación llegue también a la comunidad.

Según algún analista, si el presidente regional del PP consigue arrancarle a Vara ese debate monográfico sobre la Agenda del Cambio, habría obtenido de modo fácil un sucedáneo de moción de censura, que sería su gran y última oportunidad para darle la vuelta a unas encuestas que le son desfavorables. Hace cuatro años la que presentó Vara contra Monago sirvió al primero de palanca, de bebedizo reconstituyente, para coger moral, impulso y vaciarse en una campaña electoral que meses después le devolvió el poder.

En contra de Monago y el PP extremeño juega ahora cierta parcela votante que se desgajaría en teoría con la aparición de Vox, con voz y voto ya en la Asamblea en la persona de Juan Antonio Morales, exalcalde de Lobón, y compañero de portazo al PP del alcalde de Guadiana del Caudillo. ¿Cuántos votos le quitarán al PP? Quizá sea mayor el daño relativo en escaños que en votos, en un acoso a la fortaleza popular que desde otro barranco acomete Ciudadanos, cuyas expectativas sin embargo se han desinflado aparentemente por la incoherencia política e ideológica de su dirección a escala nacional.

Vara respira y sonríe porque a su izquierda la cosa también le iba sobre ruedas. Podemos perdía crédito y se le daban un par de diputados menos para el 2019 en el hemiciclo extremeño; no hay gran tirón por parte de la dirección regional, e incluso hay quien ha querido ver en declaraciones de su líder Álvaro Jaén la tentación de dejar la primera fila y dar paso a una mujer.

Sin embargo, como Pedro Sánchez con ciertas medidas y anuncios --ya veremos en qué quedan-- Podemos a escala nacional ha crecido al comprender que hay que hacer política, y a la vuelta del chalé, y de delicadas experiencias personales, Pablo Iglesias ha retornado digamos más humano, y practicante, según también se ha criticado, de la política pragmática de pactos, de consecuciones y hechos, que él mismo rechazaba en la táctica propuesta por Íñigo Errejón.