Catedrático de Sociología de Deusto

Ni cruz, ni pañuelo, ni kipa en la escuela. Es lo que por mayoría propondrá una comisión de diputados en Francia. Muerto el perro se acabó la rabia. Pero las cosas son mucho más complejas. En vez de propugnar la coexistencia de ciertos signos religiosos en los centros escolares, fomentando la tolerancia y la naturalidad de la expresión simbólica de las opciones religiosas y culturales, parece que, para eliminar escasas situaciones conflictivas, se prohibirá toda muestra visible de ellas en la escuela. Eso no es laicidad sino laicismo.

Lo más grave es que, a partir de ese momento, la dimensión religiosa adquiere carta de conflicto. Vuelven las guerras de religión. ¿No habíamos quedado que la escuela debía ser el espacio para educar en la convivencia?