Llevamos ya varios días de confinamiento y tengo la percepción de que los protocolos decretados por la alerta sanitaria se están siguiendo a rajatabla. La población se está volcando en cortar la propagación del coronavirus quedándose en casa, y los colectivos sanitarios en atender a los afectados. Y todo ello bajo un mensaje claro y contundente, difundido por los medios por boca de especialistas, políticos o periodistas, que claman que juntos ganaremos esta batalla, que debemos estar todos unidos (que no juntos y revueltos) y que lo importante, esencial y prioritario es la salud.

No obstante, estas drásticas medidas de reclusión están dejando muchos daños colaterales en la economía (pequeñas y medianas empresas, autónomos...). Costará mucho recuperar estos sectores, y espero que todo este esfuerzo y sacrificio dé sus frutos y que en breve podamos recuperar cierta normalidad.

Ahora que ya hemos tomado conciencia de la importancia de la salud, estoy convencido de que, una vez zanjada esta crisis, desde las diferentes administraciones se actuará con igual convicción y contundencia contra otras lacras sanitarias que desde hace años nos acechan, como la obesidad infantil (más de 40 millones de niños obesos en todo el mundo) o las enfermedades cardiovasculares (primera causa de muerte en España). Una de las medidas a tomar sería tan sencilla como establecer unos mínimos de calidad en los alimentos, o mejor aún, retirar de las estanterías de los supermercados comida basura, bebidas azucaradas y demás. Sin duda, serían medidas muy efectivas y mucho menos traumáticas que las que estamos viviendo estos días.