WEwl inminente cierre de la nuclear de Zorita (Guadalajara), la más antigua de España, es buena ocasión para confrontar dos tendencias de opinión --con su efecto en las decisiones empresariales-- sobre si en la producción energética debe primar la seguridad o la necesidad. Con el recuerdo de los 20 años de Chernobil, el encarecimiento imparable del petróleo --y del gas, que cotiza vinculado al precio del barril-- y la exigencia del Protocolo de Kioto de reducir las emisiones contaminantes, los defensores de que potenciemos la energía nuclear batallan en España y en el resto del mundo difundiendo la lógica incuestionable de sus tesis.

El Gobierno ha respondido al lobi nuclear que no hay planes para alterar la moratoria de facto que existe en España, implantada por Felipe González, que concluyó en 1998. Razones no faltan, con los periódicos sustos que dan las centrales de Ascó y Vandellós o el grave problema de la ubicación de los residuos radiactivos. Pero nuestra factura energética se dispara de forma alarmante porque somos uno de los países que más depende de importar petróleo. Ante eso, Medio Ambiente desea potenciar la energía alternativa. Pero habrá que asumir sus costes sociales y paisajísticos.