La principal consecuencia de la desaceleración económica en España es el aumento de las cifras de paro. Lo acaba de confirmar la encuesta que mide la actividad laboral en España (la EPA), que refleja un aumento del paro en el 2002 de casi 230.000 personas, 27.000 de ellas en Extremadura. No ocurría desde hace 10 años, aunque es obligatorio matizarlo con otros indicadores. Hoy son muchos más en edad de trabajar que aspiran a entrar en el mercado laboral, lo que aumenta la cifra virtual de demandantes de empleo. Y también hay que reconocer un aumento de la calidad del empleo, fruto de los pactos sociales, si se mide por el número de contratos indefinidos firmados durante el año pasado.

La realidad absoluta que refleja la EPA del 2002 es que en diciembre del año pasado había 2.400.000 españoles en edad y disposición de trabajar, y no lo consiguieron. Más allá de la estadística, es un despilfarro económico disponer de esa fuerza laboral y no saber cómo utilizarla. No ha sido así porque el crecimiento económico del 2002 tampoco se ha basado en la estrategia de fomentar las inversiones públicas y privadas que a la larga garantizan la creación de nuevos puestos de trabajo estables.