De nada vale el prestigioso título de ciudad patrimonio de la humanidad o el de tercer conjunto monumental de Europa si las instituciones, la primera el Ayuntamiento de Cáceres, no se comprometen a la puesta en marcha de un organismo que vele por la revitalización del casco histórico y consiga atraer inversiones de las administraciones públicas, como ocurre en los casos de Santiago de Compostela, Toledo, Cuenca, Ibiza o Alcalá de Henares, donde ya existen fundaciones y patronatos que han convertido en minas de oro su capital histórico.

Cáceres inició en 1996 los pasos para la creación de una fundación, que sigue siendo la gran asignatura pendiente del equipo de gobierno en aras de conseguir la capitalidad cultural europea del 2016. Considerar la parte antigua como la joya de la corona, como un lugar intocable, abierto al turista, pero cerrado a la modernidad, es un error. El recinto intramuros debe albergar más establecimientos hoteleros, comerciales, educativos, culturales y, en definitiva, debe ser la esencia misma de la ciudad, capaz de atraer a más vecinos, con políticas eficaces de rehabilitación que fomenten el crecimiento del casco antiguo y eviten hacer de él una postal inmóvil.