WSwi las elecciones en Irak fueron problemáticas, el resultado plantea problemas de interpretación y aboca a una intrincada gestión parlamentaria. La Alianza Iraquí Unida no logró la esperada mayoría absoluta shií (48,1% de los votos), los partidos kurdos obtuvieron un sorprendente 25,7%, cuando no llegan al 20% de la población, y el primer ministro Alaui, pese al apoyo norteamericano, se quedó en el 13,8%. Las elecciones no han resuelto ninguno de los graves problemas del país y la Asamblea elegida --será difícil incluir a los sunís, que boicotearon la votación-- tendrá serios obstáculos para formar un Gobierno fuerte y redactar una Constitución.

Al invadir Irak, Washington soñó con un Gobierno multiétnico y secular que fuera la antítesis del teocrático Irán, pero los vencedores de las elecciones son precisamente los aliados de los ayatolás de Teherán, que forman parte del eje del mal denunciado por Bush. Sólo la precaria voluntad nacional expresada en las urnas --fortalecida frente a la ocupación-- y la formación por los shiís de un Gobierno de unidad, moderando sus pretensiones islamistas, atenuarían las sombrías perspectivas que se adivinan tras una Asamblea dividida entre etnias y entre laicos y religiosos.