LA ‘NUEVA MORMALIDAD’

Mascarillas y terrazas

María J. Rodríguez

¿Mascarillas sí o mascarillas no? Primero dijeron las autoridades sanitarias que no eran precisas y después obligatorias. ¿En qué quedamos? Lo justificaron diciendo al principio que no eran necesarias porque como no habría para todos... ¡Toma castaña! Ahora no todos lo cumplen, sobre todo los jóvenes porque como consideran que el coronavirus no va con ellos sino con los viejos..., sin pensar que tienen padres, madres, abuelos y abuelas. Si alguna vez pasara algún policía por cualquier parque de la ciudad podría ver a muchos de ellos en grupos numerosos, sin mascarilla, arracimados en los bancos, jugando, empujándose y hasta con radiocassettes. Hay que reactivar la economía. Por supuesto. Y los bares son de gran importancia por los empleos que generan y por el desahogo que proporciona a la población. Pero ha sido instalar las terrazas y el personal se ha lanzado en picado como si no hubiera un mañana. Con máxima ampliación de espacio para conseguir la distancia establecida entre cada mesa, lo que no siempre se cumple, incluso ocupando, con autorización municipal, numerosos aparcamientos, con grupos de clientes en varias mesas juntas, pinchando todos de un mismo plato, permaneciendo más de ocho horas seguidas sentados en sillas de plástico. Para más inri prolongando su estancia más allá de las 12 de la noche, perturbando con sus altisonantes conversaciones el descanso de los vecinos que tienen la mala suerte de que sus dormitorios, con las ventanas abiertas por el calor, estén sobre las terrazas. Y así, al menos, ¡los próximos cuatro meses!

POBREZA

Ingreso Mínimo Vital

Araceli Palacios Alfonso

Zahínos (Badajoz)

Nadie es pobre por iniciativa propia. Si le preguntas a una niña que qué quiere ser de mayor, te dirá que astronauta, o médica o un gamusino, pero nunca te dirá que quiere ser pobre, aunque la pobreza (a nivel mundial) tenga nombre de mujer. Hago esta aclaración porque encima se tiende a culpabilizar al pobre por serlo.

Y no quiero hablar aquí de la pobreza cómoda, la de boquilla y queja insulsa. La que se expresa mientras se degusta un café con pasteles de Avellí. La que es cansina y atosigante para pedir rebajas a quien está montando una piscina de 1.500 euros en un corral forrado de césped. No, eso no es pobreza. La verdadera pobreza llega un buen día y se pega a la piel como un vaho. La verdadera pobreza es incómoda, sucia y fea. La verdadera pobreza viene siendo hasta hereditaria. Al principio lanza molestos efluvios a ropa guardada. En esa etapa no impone tanto y algunos todavía se acercan a mirarla con curiosidad. Pero, poco después, la pobreza se pudre encima del que la lleva, causando un hedor a bicho muerto. Entonces, todos los pobres de boquilla (que no digamos los ricos) rehuyen al pobre verdadero tal si tuviera coronavirus, o pasan por su lado sin verlo, como si no existiera.

En estos tiempos difíciles para todos los españoles, en los que todas y todos estamos sufriendo en mayor o menor medida duros recortes económicos, a mí me duele ver que hay niños que no pueden hacer los deberes porque no tienen internet, madres que madrugan para hacer colas interminables en la puerta de Cáritas, o inmigrantes durmiendo en chabolas de cartón. Personas excluidas de la sociedad y casi del futuro que viven de la caridad. Y no son media docena, son muchos miles. No es justo.

Esto no se puede permitir en un país democrático como España. Estas personas no pueden vivir de lo que donan los que dejan el kilo en el supermercado. Merecen dignidad, justicia y un país que les lance unas escaleritas para poder salir del pozo dónde están metidas y metidos.

Pues hoy, este gobierno bolivariano-comunista-golpista-terrorista lo ha hecho. Les ha mirado a los ojos y les ha entregado a los excluidos, a los olvidados, a los invisibles, unas escaleras para escapar del fondo cenagoso de la miseria.

Y yo, que no soy pobre verdadera, seré afín a lo bolivariano-comunista-golpista-terrorista, porque estoy muy satisfecha con esa decisión tan necesaria y justa.

PD: A quien no lo vea claro y me trate de insultar llamándome comunista, le recomiendo fervientemente la lectura de la Biblia: Proverbios 29:7: El justo se preocupa por la causa de los pobres, pero el impío no entiende [tal] preocupación.

Santiago 2:15-16: Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais lo necesario para [su] cuerpo, ¿de qué sirve?