L as dudas que revolotean sobre el máster de Cristina Cifuentes ponen la lupa sobre las titulaciones universitarias de ‘pinta y colorea’. Profesores y alumnos llevan tiempo alertando sobre el fiasco de estos ‘másteres del universo’ que solo sirven para engordar el currículo de unos y las arcas y la vanidad de otros. Se trata, además, de un problema que extiende la sospecha tanto por la universidad pública como por la privada, más pendientes de la rentabilidad y de la pátina de alumnos ‘prestigiosos’ que de ofrecer una formación con las exigencias requeridas.

No es el caso de todos los másteres. Existen algunos que son incluso imprescindibles para un desempeño profesional con todas las garantías. La realidad es que los alumnos denuncian que en algunos másteres -no todos, insisto-- no hay clases presenciales o cuando las hay son superficiales y con los mismos contenidos que los de la carrera.

Durante el curso pasado se impartieron 3.772 másteres, unos 50 por universidad. Una locura en una institución cada vez con menos alumnos. Cada departamento quiere tener su máster, porque los profesores que no imparten posgrado son considerados ‘apestados’ en el ámbito docente.

A pesar del control que ejerce la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) se está produciendo una inflación de títulos con unas exigencias de risa, en plena cultura del ‘esfuerzo cero’.

Estamos hablando de másteres, pero también se expiden títulos de grado, entre ellos el de ‘periodismo online’ a precios «negociables y con facilidades de pago», según publicidades que me han saltado navegando por internet.

Sin ‘hablar del peluquín’ de los cursos de formación online que ofrecen los sindicatos. Los puede contestar el ‘cuñao’, con el temario delante y con tiempo ilimitado y oportunidades varias. Está claro: el grave problema de nuestra sociedad es la formación, pero nadie lo quiere ver. Hay mucha pasta en juego. Refrán: De mal maestro no sale discípulo diestro.