XNxo hace mucho leíamos las palabras de Javier Marías quejándose de tanto mareo de perdiz a la hora de rebuscar palabras extranjeras cuando ya contamos con el correspondiente término castellano. Así, el vocablo tan trágicamente de moda ahora, genuinamente inglés, bulling , que viene a definir la intimidación entre iguales, tiene su equivalente en español, que es matonismo , o sea: la amenaza y el terror que practica y expande el matón. Por ello, buena gana de buscar tres pies al gato, que ya tenemos nuestras aulas atiborradas de bautizados como Jénnifer, Mélody, Jonathan o Wilson.

Actualmente, el matonismo ha saltado al primer plano a raíz del suicidio de algunos adolescentes que, al parecer, sufrían acosos en sus centros. El caldo de cultivo para que se den estas trágicas situaciones se ha triplicado hoy respecto a ayer. Estamos inmersos en una sociedad mediatizada, bombardeada incesantemente por una todopoderosa sociedad de consumo. Se idolatra al poder, al éxito fácil, al dinero, al machismo... violentando situaciones y creando tensiones estructurales que incitan al mantenimiento de conductas agresivas.

Las estructuras educativas propias del sistema dictatorial que sufrimos los españoles a lo largo de 40 años, acabaron desmoronándose y dieron paso a otras incardinadas en un singular proceso democrático. Con la democracia burguesa , ciertas filosofías --muy liberales ellas-- comenzaron a hacer tabla rasa de importantes valores que emanaban del concepto Autoridad . Pretendieron ser más papistas que el Papa y, confundiendo las churras con las merinas, equipararon Autoridad con Autoritarismo , cuando son, realmente, dos términos opuestos. La relajación y degradación del vocablo Autoridad , que lleva una enorme carga moral y que es necesaria para afianzar los sistemas democráticos, ha originado la que podemos denominar "sociedad del tuteo", cuya filosofía se basa en la ramplona frase de: "para lo que eres tú, bastante soy yo". El detrimento de la autoridad moral del profesor también ha venido de la mano de un obsesivo y sistemático afán por recalcar y sublimar los derechos de los alumnos, haciendo muy poco hincapié en los deberes.

La generalidad del profesorado intenta transmitir un decálogo de valores al alumnado. Pero estos valores chocan frontalmente con los subvalores que bombardean a los escolares el resto del tiempo que están fuera del aula. Una sociedad y una familia que, en muchos casos, valora más el "casposeo" y el trepar sin méritos ni esfuerzo, que envalentona a sus jóvenes para que rompa moldes que representan la Autoridad virtuosa, que mira para otro lado ante el consumo de alcohol y otros estupefacientes... es muy lógico que cree monstruos.

Los directores, profesores y educadores sociales de los centros, mal que le pese al fiscal de menores valenciano Manuel Dolz , que los ha acusado de ser los primeros responsables del matonismo en las aulas, no acosan a los alumnos, sino que, en muchos casos, son ellos los acosados. Un buen número de estos profesionales han recibido agresiones verbales, o incluso físicas, por alumnos o por algunos padres que, ahogados, igual que sus hijos, en las ciénagas del hedonismo mal entendido y de las mismoserías consentidoras, no permiten que sus cachorros sean expedientados o llamados al orden.

Cierto es que existen variadas técnicas para acosar al matonismo, desde el método Pikas hasta los tribunales escolares ("Bully courts"), pasando por el entrenamiento asertivo o la dramatización en grupo. Pero, en resumidas cuentas, mientras no se rearme moral (afianzando el principio de Autoridad) y materialmente a los responsables de la educación del día a día en los centros escolares y no cambien los modelos de conductas imperantes para evitar que la escuela vaya por un camino y la familia y la sociedad por otro, los pasos que se darán no serán los firmes que fueran de desear. Incluso ciertos jerarcas educativos deben dejar aparcados los principios de la pedagogía tecnocrática neoliberal y apoyar, por el contrario, los valores que implican un armónico desarrollo de la personalidad y de la libertad individual. Si queremos ciudadanos democráticos y participativos, hemos de emprender todo un proceso crítico y autogestivo, y éste sólo podrá venir de la mano de una educación liberadora, que desarrolle con libertad las potencialidades y auténticos intereses del individuo.

La asignatura "Educación para la ciudadanía", que se quiere impartir en los centros escolares y que debería ser desarrollada por profesionales de la educación social con sólidos conocimientos pedagógicos, puede, sin lugar a dudas, coadyuvar a construir una sociedad con valores ciudadanos asentados en el respeto, el consenso, la capacidad de decidir por uno mismo y que desarrollen la imaginación, las iniciativas y la creatividad. Si cuajan estos valores, seguro que el matonismo lo tendrá difícil, pero para ello es preciso también que la familia y la sociedad se empapen de esos valores.

*Profesor y educador social