Las sempiternas crisis por las que atraviesan los partidos hacen que se tenga una opinión bastante negativa del arte de la política. Con frecuencia se juzga a los políticos por sus comportamientos taimados y poco fiables. Para muchos ciudadanos los partidos son organizaciones que, salpicadas de corrupción a menudo, solo sirven al medro personal.

Ciertamente, los partidos casi siempre son susceptibles de calificaciones peyorativas. Pero como organizaciones públicas son el cauce del pluralismo democrático. Constituyen la principal vía para la acción política. Precisamente, la voz partido se entronca con la idea de tomar parte. O, lo que es lo mismo, de disentir; de separarse de otras ideas; de compartir espacio con otras formaciones; de participar en el proceso de la democracia. El partido, con su ideología, conforma el sistema político y permite la disensión entre opiniones. De ahí que resulte totalmente contradictorio hablar de partido único, pues en este caso significa que no se permite la confrontación política de las demás voluntades en los procesos decisorios del Estado.

En las campañas electorales suele haber excesivos eslóganes y demasiadas promesas etéreas, cuando no imposibles, lo que acrecienta la desconfianza. Uno de los temas estrella es el empleo y la mejora económica. Los partidos no tienen empacho en prometer cientos de miles de empleo. Otros temas muy socorridos son la sostenibilidad de las pensiones y el crecimiento económico. Saben que las promesas electorales no son contratos que obliguen legalmente. Por eso a menudo un gran número de electores acaban decepcionados con la propia opción a la que votan.

las mayores probabilidades de incumplimiento de las promesas electorales se producen cuando no hay un partido mayoritario y es necesario pactar un gobierno de coalición. La gobernabilidad de España con el preacuerdo nupcial entre socialistas y podemitas no va a ser fácil. El noviazgo ya fue turbulento, y el sí quiero ha venido obligado. Matrimonio de conveniencia. O, por las prisas, diríamos que de penalti: ambos contrayentes se encontraban en situación embarazosa por la pérdida de votos.

Estas uniones suelen acabar en divorcio contencioso. Sobra testosterona. Por eso, con una crisis económica en ciernes, esta suerte de alianzas exige respuestas claras para abordar los graves problemas que nos inquietan sin demagogia ni improvisación. Los pactos postelectorales deben despejar todas las incógnitas posibles.

La primera, la política económica y las relaciones internacionales. Vivimos en una economía global, y una política alineada con el Tercer Mundo nos haría perder cotas de bienestar. En la antesala de una nueva crisis (para el supuesto de que hayamos superado la anterior), los temas económicos deben ser prioritarios.

Las cuestiones del equilibrio presupuestario y el déficit público tampoco hay que desdeñarlas. Un incremento de la carga tributaria, además de afectar a la competitividad de las empresas y reducir, por ende, las exportaciones, acabará siempre repercutiendo en los consumidores. Se cercena así el consumo y no se crean puestos de trabajo, ya que el empleo -pese a lo que muchos predican- no lo crean las administraciones públicas -que como mucho aumentan la burocracia-, sino la economía productiva, esto es, las empresas que invierten y producen bienes y servicios.

Otra cuestión capital que debe afrontarse sin reservas es el problema territorial. Es muy probable que los partícipes del nuevo gobierno tengan aquí puntos de vista encontrados, lo que hará que se note más la diversidad ideológica. Pero España, más pronto que tarde, va a tener que pasar por el trance de arrostrar el problema. La defensa del actual sistema constitucional va a ser fundamental contra los que ilegítimamente quieren cambiar las reglas del juego.

En los asuntos importantes, hay que aspirar a que las promesas dejen de ser mensajes vacíos; a que, de verdad, exista un compromiso ético de resolver los problemas de los ciudadanos. Hay que anteponer el país al partido. Y al ego. Está en juego la estabilidad democrática.

* Catedrático de Derecho Mercantil