XNxadie podía imaginarse aquella noche de su estreno en Badajoz, cuando a mitad de la representación se había escuchado un sonoro ronquido de un espectador traspuesto, que El búfalo americano de Teatro del Noctámbulo llegaría a obtener un Max de las Artes Escénicas. Fui testigo de este trance en el festival del año pasado y, también, de una suspicaz controversia que ha rodeado a la obra desde su nominación, tal vez porque en la elección del premio resulte paradójico que se conceda "por su aportación renovadora", cuando esta pieza de Mamet es vieja --fue estrenada en 1976-- y sus pocos rasgos de tesis mercantilista hoy no dicen nada trascendental.

El búfalo... ha vuelto a representarse en el López, como celebración institucional de un triunfo del teatro extremeño. Y la polémica ha latido con más fuerza entre las compañías profesionales extremeñas que, acaso mosqueadas por ignorar quién selecciona las obras, faltaron al acto. Algunas rechazaron tan rumbosa invitación planteando recuperar el debate teatral, que duerme 2 años en un magnetofón por olvido del director del Cedrama, Marce Solís.

Con todo, asistí a la función convencida y orgullosa de que hay razones para merecer este premio y celebrarlo. El Max está considerado "el mayor reconocimiento nacional que se da en teatro". Por tanto, me pareció normal el acto oficial, ponderando también la idea de que el debate es necesario para esfumar ese telón de humo que no permite ver otra realidad de nuestro teatro, que demanda mejorar su rumbo --recordemos el salto cuantitativo y cualitativo que dio el teatro en los debates de La Orden con el presidente Ibarra, en época Jaime Naranjo --.

Pero ¿por qué creo que se justifica el premio? Claramente, por la actuación memorable de José Vicente Moirón. Tengo que decir que los periódicos no han hecho una crítica profunda del espectáculo. Sólo conozco la firmada por Mortadelus en una revista, destacando únicamente a Moirón: "se luce en su rol de Teach, un truhán que agobia con su charlatanería. Desde su aparición llena de luz dramática la escena. Salva el tedio comiéndose con patatas fritas a los otros actores, al autor, al director y al escenógrafo. Un placer verlo actuar". Tal testimonio, que comparto, es del día del estreno. Ahora bien, en la reciente representación hay que reconocer el esfuerzo realizado en el rodaje: ajuste de diálogos y del ritmo escénico que alcanzan un engranaje más sólido, pero cuyas partes siguen valiendo más que el todo. Y de estas partes la perfecta construcción física que hace Moirón del personaje de Teach es lo admirable. Su antagonista Magariño, que en el estreno parecía estar pasmado (hacía años que no actuaba) ha mejorado, aunque ahora sobreactúa imitando a Moirón. Y cuando intenta comunicar "de espaldas" le falta expresión corporal.

Conozco la evolución artística de Moirón. Lo recuerdo en 1985, en la Cátedra Torres Naharro, donde Villafaina nos enseñaba el método Laytón (versión del Actorús Studio) y el actor mostraba ya sus altas cualidades. Años más tarde fundó Teatro del Noctámbulo con el recordado Leandro Rey (actor becado en Madrid por la Cátedra), compañía que creció con aquel "Pedro y el capitán (obra de Benedetti para dos actores, que el mismo Villafaina les facilitó), donde apreciamos el duelo interpretativo más hermoso de esta generación extremeña de actores (premio "Honra" de la crítica). Después, ambos, nos deleitaron en el Teatro Romano --demostrando ser las auténticas estrellas del festival-- con "El sueño de una noche de verano , trampolín que les dio el salto al Centro Dramático Nacional.

La obra no había sido vista en Madrid en la temporada y, por tanto, el actor extremeño no podía optar a mejor actor protagonista, que logró Miguel A. Solá. En mi opinión, que también he conocido el excelente trabajo de este actor argentino, el rol de Moirón en El búfalo... está a la altura del conseguido por Solá. O tal vez lo supera.

*Profesora de Expresión Dramática