Hoy hace 20 años que la ONU proclamó el 1 de octubre Día Internacional de las Personas de Edad . Desde entonces, distintos son los aspectos que han ido cambiando, tanto en número de población como en necesidades y en políticas puestas en marcha. Ahora, en los países desarrollados existe una evidente revolución demográfica: 600 millones de personas mayores de 60 años en 2010, una tendencia que se duplicará en 2025, alcanzando los 2.000 millones en el año 2050.

Algo está cambiando, la modificación de los modelos familiares, al reducirse el número de hijos, descenderá la cantidad de cuidadores informales y, posiblemente, aumentará la movilidad y separación geográfica respecto de la unidad familiar. Del mismo modo, el aumento de la esperanza de vida ampliará la probabilidad de que existan más personas dependientes y ante la imposibilidad de cuidados familiares, surgirá la necesidad de contar con servicios de ayuda externos.

Ante este escenario, la pregunta ¿hacia dónde vamos? es fundamental. Benjamín Franklin sostenía que: "cuando no sepas hacia dónde vas, mira en la dirección de dónde vienes". Y es que sólo a partir del conocimiento de la realidad actual, y de la proyección que realicemos sobre los cambios sociales que se están produciendo, podremos inferir la transformación que se avecina y a la que tenemos que anticiparnos para ofrecer respuestas adecuadas.

En estos momentos, en España, la implantación de la Ley de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia ha sido un gran avance, pero no todo es atención a la dependencia. Una buena parte de la ley establece el marco de lo que ha de configurar las oportunidades de bienestar físico, psicológico y social de la persona mayor, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en este periodo de la vida. Este hecho ha permitido pasar de una planificación basada en atender necesidades, como era antes, a otra basada en derechos de la ciudadanía.

Esta es la dirección que ha de tomarse, al valorar a la persona mayor de otro modo , teniendo en cuenta sus capacidades, como ya se está haciendo, al ir abandonando los mismos interesados el rol de destinatarios de acciones e irse convirtiendo en protagonistas de su propio cambio.

Este será el camino, establecer nuevas relaciones entre personas mayores y el ocio, la vivienda, el empleo, la política y así pasar de políticas de ocio activo al plano del aprovechamiento de la sabiduría en beneficio de la comunidad.

En definitiva, queda un trabajo muy importante por hacer.

No se trata tanto de redefinir objetivos como de volver a plantear unos contenidos adaptados a los valores de la persona considerada mayor en los años venideros y vertebrándolo a través de su participación en la comunidad.