Las medidas anunciadas ayer por el Gobierno tendrán un efecto limitado en el gasto energético por sí mismas, dado que los particulares únicamente consumen el 15% de la energía que produce y compra el país. Si las limitaciones y los estímulos aprobados ayer consiguen ahorrar un 15% en gasolina y en torno a un 10% en gasóleo, como señala el cálculo oficial, bienvenidos sean, aunque ya se ve que son cantidades moderadas.

Ahora bien, el efecto más importante que pueden tener estas medidas entre la población es facilitar la concienciación frente a un problema que quizá aún no hemos visto en toda su dimensión. Si la inestabilidad política en el norte de Africa continúa y se extiende a otras zonas productoras de petróleo, como algunos analistas aventuran, podemos ver la cotización a 200 dólares el barril, lo que supondría una factura que este país no podría afrontar en estos momentos y que acabaría con la incipiente recuperación económica de los últimos meses.

Ante ese riesgo más que evidente, no está mal que se apele a los ciudadanos para que tomen sus propias medidas, como hizo ayer el Gobierno vasco animando a los conductores y a todo tipo de consumidores de energía. Quien pueda pensar que es un gesto inútil se equivoca, como ponen de manifiesto las cifras de consumo de agua. Las campañas que se han llevado a cabo en varias comunidades autónomas, entre ellas la extremeña, para reducir su gasto, ya antes de la última y grave sequía, han dado unos resultados extraordinarios. Y ese espectacular descenso se ha conseguido básicamente por las decisiones individuales de los ciudadanos.

El Gobierno español ha sido el primero de la Unión Europea en tomar medidas en este sentido, que, según anunció ayer el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, serán complementadas la próxima semana. Aunque algunos puedan considerarlas desmedidas, hay razones para adoptarlas, porque nuestra dependencia energética del exterior es nada menos que del 80%, frente al 50% de Francia y el 59% de Alemania.

Además, la economía española es mucho más sensible al incremento de los precios de los carburantes, que traslada rápidamente a todo tipo de bienes, un modelo que ha sido aplicado por los distintos gobiernos de turno durante los últimos lustros. Aquí solo el 4% del transporte de mercancías se hace a través del ferrocarril, mientras que la media europea es del 18%.