Hace muchos meses, Santiago Niño , el polémico economista catalán, profeta académico de la catástrofe económica que padecemos y autor de libros como ´El crack de 2010´, pronosticaba en ´El País´ que habría "más recortes en recursos y en derechos, en libertad, en igualdad". No va descaminado, porque los políticos caminan en esa dirección. Los que están en el poder lo practican ya, aunque tratan de disimularlo, y los que aspiran a alcanzarlo, lo creen imprescindible aunque procuran no decirlo. Niño sostiene, y me gustaría que no fuera así, que "la democracia sólo es posible cuando se vive en la abundancia". La prosperidad ayuda a tener democracia, pero la corrupción se desarrolla casi con igual fuerza en la opulencia que en la penuria. Pero sólo en las sociedades realmente democráticas -generalmente también ricas- es posible denunciar y hacer pagar a los corruptos. Lo estamos viendo.

Lo que más me interesa de lo que dice Niño es lo relativo a recortes y a derechos, lo que empezamos a padecer. "Hemos estado viajando en un crucero fabuloso y ahora, de golpe, es un bote de remos". Hay cosas que ahora no nos podemos permitir porque tenemos que pagar los excesos de muchos años. Pero no es lo mismo dejar de tomar unas cuantas cervezas que dejar de comer. No es igual prescindir de tantos coches oficiales o de cientos de asesores que condenar al parado a no trabajar nunca más. Ni llenarse la boca con la equidad que constatar que en España han aumentado en los últimos años, de forma casi diría obscena, las diferencias entre los que más tienen y los que no tienen casi nada, entre los ricos y los que viven en la penuria, entre los que tienen trabajo y los que están condenados al desempleo para siempre.

Niño afirma que "a medio plazo lo único que podemos hacer es sobrevivir" y los hechos le están dando la razón. La gente de a pie lo dice de una manera mucho menos académica --"Virgencita, que me quede como estoy"-- pero son demasiados los que no pueden conseguirlo. Según la OIT, los ejecutivos españoles tienen sueldos europeos -que siguen creciendo-, pero el salario mínimo interprofesional y el salario medio son muy inferiores, de forma que la desigualdad salarial en España está entre las más altas de la OCDE. Cada vez hay más sueldos por debajo de los mil euros mientras se exhiben impúdicamente los de algunos ejecutivos o los beneficios empresariales.

La crisis de Grecia, o la de España no son nada más que la punta del iceberg de un problema mucho más profundo. Hay que administrar la escasez, pero no se pueden pedir todos los sacrificios a los que menos tienen y recortar encima sus derechos. En ese riesgo estamos: que algunos se aprovechen para rebajar aún más la calidad de la democracia de los de abajo, mientras siguen los privilegios de los de arriba. Ese es el debate.